Zamorano universal
La ciudad rinde homenaje al académico e historiador Quintín Aldea, a quien Pinilla dedica una calle junto a la carretera que lleva a su pueblo natal, Gema del Vino
07:13
El historiador Miguel Ángel Mateos dedicó unas palabras a su compañero. Foto Emilio Fraile
MULTIMEDIA
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Una eminencia de las letras. Un luchador por su tierra. «Un hombre bueno». Zamora cuenta desde ayer con una calle con la denominación de Quintín Aldea en recuerdo al académico, historiador y jesuita fallecido el pasado 30 de enero a los 91 años. Días después, la Corporación municipal acordaba por unanimidad reconocer al zamorano dedicándole una calle, compromiso que ayer se hizo realidad en una de las nuevas vías de Pinilla. El reconocimiento de la ciudad a Aldea Vaquero contó con la presencia de su hermano, Nicasio Vaquero, conmovido por el gesto de la ciudad y orgulloso de la trayectoria de la sangre de su sangre.
TANIA SUTIL La misma Zamora que el pasado 30 de enero se vestía de luto para llorar al historiador zamorano Quintín Aldea le rendía ayer homenaje perpetuo con la inauguración de la placa que da nombre a una nueva calle de la capital. Junto a la carretera que lleva a su localidad natal, Gema del Vino, y en uno de los barrios que conserva la esencia de la agricultura que él tanto protegió, Pinilla, el nombre de Quintín Aldea Vaquero reunió ayer a familiares del jesuita, políticos de diferente signo, historiadores, artistas y vecinos para descubrir la placa.
Asistente de excepción fue Nicasio Aldea. La fuerza de la sangre, la emoción contenida y el agradecimiento con el pueblo de Zamora le impedía apenas pronunciar unas palabras: «Esto es un orgullo por mi hermano, no puedo hablar... gracias», decía mientras a duras penas intentaba contener las lágrimas. Junto a la alcaldesa, él fue el encargado de descubrir la placa de quien ha sido «uno de los nuestros, de los mejores», tal y como se refirió Rosa Valdeón a Quintín Aldea. «Tenía una calidad humana por encima de lo normal y siempre anheló estar en su tierra, de hecho, no había nada que le propusiéramos desde Zamora donde él no colaborara».
Jesuita, historiador y miembro de la Real Academia de Historia falleció el 30 de enero a los 91 años en Salamanca mientras el mundo de las letras lloraba la muerte de una eminencia. Zamora despedía a uno de los más prestigiosos historiadores del siglo XX, especialista en Historia Moderna y en particular de las relaciones internacionales de España durante el siglo XVII. Era doctor en Historia Eclesiástica por la Universidad Gregoriana de Roma, doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Ingresó en la Real Academia de la Historia en 1996, ocupando el sillón de Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA. Además de por una larga y prolífera carrera académica, Aldea destacaba, sobre todo, por su amor a Zamora y a su pueblo, Gema del Vino. Su intervención fue decisiva para proyectos importantes en la provincia y nunca se cansó de luchar por la provincia que le vio nacer.
Este aspecto fue uno de los más destacados por su «compañero y amigo» Miguel Ángel Mateos, en representación de la Real Academia de la Historia y encargado de recordar la figura de Quintín Aldea. Entre sus acciones de lucha por Zamora, Mateos destacó la creación del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», la restauración de portada de la Majestad de la Colegiata de Toro, la recuperación de los tapices de la catedral de Zamora o el monumento al militar del siglo XIX Pablo Morillo, para lo que consiguió la participación de cinco academias nacionales y la intervención de los escultores zamoranos Ramón Abrantes y Ricardo Flecha, este último, presente en el acto. Mateos destacó su vertiente como «hombre de la iglesia, cosmopolita y políglota», sin olvidar sus diccionarios y su condición de zamorano universal. «En este remanso de paz que nos conduce hasta sus raíces se le ha dedicado una calle que si no es pomposa, es entrañable», subrayó Mateos, quien concluyó su discurso con un guiño directo a su compañero y amigo: «Donde quiera que estés, desde la otra orilla del Duero que tanto amabas, te envío un abrazo para que nos contemples. Seguiremos tu espíritu y tu amor por Zamora».
La ciudad rinde homenaje al académico e historiador Quintín Aldea, a quien Pinilla dedica una calle junto a la carretera que lleva a su pueblo natal, Gema del Vino
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El historiador Miguel Ángel Mateos dedicó unas palabras a su compañero. Foto Emilio Fraile
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Una eminencia de las letras. Un luchador por su tierra. «Un hombre bueno». Zamora cuenta desde ayer con una calle con la denominación de Quintín Aldea en recuerdo al académico, historiador y jesuita fallecido el pasado 30 de enero a los 91 años. Días después, la Corporación municipal acordaba por unanimidad reconocer al zamorano dedicándole una calle, compromiso que ayer se hizo realidad en una de las nuevas vías de Pinilla. El reconocimiento de la ciudad a Aldea Vaquero contó con la presencia de su hermano, Nicasio Vaquero, conmovido por el gesto de la ciudad y orgulloso de la trayectoria de la sangre de su sangre.
TANIA SUTIL La misma Zamora que el pasado 30 de enero se vestía de luto para llorar al historiador zamorano Quintín Aldea le rendía ayer homenaje perpetuo con la inauguración de la placa que da nombre a una nueva calle de la capital. Junto a la carretera que lleva a su localidad natal, Gema del Vino, y en uno de los barrios que conserva la esencia de la agricultura que él tanto protegió, Pinilla, el nombre de Quintín Aldea Vaquero reunió ayer a familiares del jesuita, políticos de diferente signo, historiadores, artistas y vecinos para descubrir la placa.
Asistente de excepción fue Nicasio Aldea. La fuerza de la sangre, la emoción contenida y el agradecimiento con el pueblo de Zamora le impedía apenas pronunciar unas palabras: «Esto es un orgullo por mi hermano, no puedo hablar... gracias», decía mientras a duras penas intentaba contener las lágrimas. Junto a la alcaldesa, él fue el encargado de descubrir la placa de quien ha sido «uno de los nuestros, de los mejores», tal y como se refirió Rosa Valdeón a Quintín Aldea. «Tenía una calidad humana por encima de lo normal y siempre anheló estar en su tierra, de hecho, no había nada que le propusiéramos desde Zamora donde él no colaborara».
Jesuita, historiador y miembro de la Real Academia de Historia falleció el 30 de enero a los 91 años en Salamanca mientras el mundo de las letras lloraba la muerte de una eminencia. Zamora despedía a uno de los más prestigiosos historiadores del siglo XX, especialista en Historia Moderna y en particular de las relaciones internacionales de España durante el siglo XVII. Era doctor en Historia Eclesiástica por la Universidad Gregoriana de Roma, doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Ingresó en la Real Academia de la Historia en 1996, ocupando el sillón de Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA. Además de por una larga y prolífera carrera académica, Aldea destacaba, sobre todo, por su amor a Zamora y a su pueblo, Gema del Vino. Su intervención fue decisiva para proyectos importantes en la provincia y nunca se cansó de luchar por la provincia que le vio nacer.
Este aspecto fue uno de los más destacados por su «compañero y amigo» Miguel Ángel Mateos, en representación de la Real Academia de la Historia y encargado de recordar la figura de Quintín Aldea. Entre sus acciones de lucha por Zamora, Mateos destacó la creación del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», la restauración de portada de la Majestad de la Colegiata de Toro, la recuperación de los tapices de la catedral de Zamora o el monumento al militar del siglo XIX Pablo Morillo, para lo que consiguió la participación de cinco academias nacionales y la intervención de los escultores zamoranos Ramón Abrantes y Ricardo Flecha, este último, presente en el acto. Mateos destacó su vertiente como «hombre de la iglesia, cosmopolita y políglota», sin olvidar sus diccionarios y su condición de zamorano universal. «En este remanso de paz que nos conduce hasta sus raíces se le ha dedicado una calle que si no es pomposa, es entrañable», subrayó Mateos, quien concluyó su discurso con un guiño directo a su compañero y amigo: «Donde quiera que estés, desde la otra orilla del Duero que tanto amabas, te envío un abrazo para que nos contemples. Seguiremos tu espíritu y tu amor por Zamora».