Nuevas ganaderas, jóvenes y cualificadas
Profesionales del sector apuestan por el medio rural y reclaman precios justos que garanticen la viabilidad de sus explotaciones
23.02.2013 | 01:08
Arancha Abascal en la vaquería de Gema del Vino que lleva junto a su marido. Foto José Luis Fernández
Fotos de la noticia
IRENE GÓMEZ
Mujer, ganadera a título principal y residente en el medio rural. Un denominador común, casi se puede decir que un desafío, el que identifica a Maruja Marcos, Arancha Abascal y Ángeles Santos. Están capacitadas, alguna con estudios superiores, les gusta un oficio que han mamado en casa, viven en el pueblo y manejan con tanta soltura el ganado como los obligados papeles.
En ese afán por formarse, Arancha Abascal -madrileña e hija de uno de los pocos ganaderos que quedan en la Comunidad de Madrid-, conoció a su marido en Zamora durante una reunión de Afriza (Asociación de la Raza Frixona). Así fue como llegó a Gema y formó una familia -tiene dos niños de 8 y 6 años-.
Con una explotación de 140 vacas, la pareja se lanzó a un plan de mejora que goza de todas las bendiciones, aunque «nos hemos quedado esperando porque, tal y como está todo, nos da mucho miedo. Hay ilusión y ganas, pero el sector está asfixiado» expresa Arancha. El bajo precio de la leche es uno de los grandes caballos de batalla y aunque el Gobierno haya arbitrado una solución a través de un contrato tipo, «no se reflejan realmente los gastos de producción que tiene la granja; ése es el gran problema».
Por fortuna, precisa, ellos pertenecen a la cooperativa Gaza que garantiza unos dignos márgenes de beneficio. «La renta del ganadero de vacuno de leche es la misma hoy que hace veinte años y los costes son infinitamente superiores». Para muestra «en mi granja tengo contratado un veterinario que hace la sanidad animal, otro grupo controla la alimentación, otro la salud de la ubre, otro la calidad de la leche. Son costes que antes no se tenían y todo para sacar un producto que realmente merezca la pena, porque la leche nuestra no tiene nada que ver con las que vienen de fuera» defiende esta joven ganadera de Gema del Vino.
Lo que Arancha ni nadie se explica es cómo «si en España producimos 6 millones de litros de leche y necesitamos 9, cómo siendo deficitarios nuestra leche sale fuera y aquí vienen productos elaborados. Desde luego que serán consumibles, según Sanidad, pero la calidad no es la misma. A los ganaderos nos están hundiendo porque no nos pagan el esfuerzo que hacemos y estamos hablando de un producto de primera necesidad». Ahí puede residir la causa de la fuga de profesionales, «que la hay; no se están marchando solo ingenieros o enfermeras, se están yendo ganaderos a Estados Unidos o Irlanda, gente cualificada que tiene ilusión pero aquí no ve futuro».
¿Cuál es la solución?. «Una ley de comercio que otorgue valor al producto de calidad. Porque nosotros tenemos que demostrar la trazabilidad, hacemos todo con pautas y siempre nos tienen en el punto de mira».
Y así lo piensa también Ángeles Santos que a sus 28 años tiene claro que su vida está en pueblo, con las ovejas y en la quesería. Una empresa familiar de la que tiran los padres, ella y otro hermano. El más pequeño todavía está estudiando, lo mismo que hicieron antes los mayores. Hoy el campo se nutre de chicos y chicas sobradamente preparados.
Ángeles estudió Dirección y Administración de Empresas, renunció al trabajo en el banco y hace tres años se hizo ganadera para incorporarse a la explotación familiar de agricultura, ganadería, elaboración y comercialización de queso. «El banco no me gustaba nada, venía todos los fines de semana al pueblo, me encantaba; no me suponía trabajo ninguno ni las ovejas ni la quesería». Admite que se pensó el cambio «porque al fin y al cabo esto lo iba a tener siempre, pero luego me dije para qué voy a perder el tiempo». Y así fue como cambió el despacho por la granja, aunque siga entre papeles. «Hoy todo es a base de papeleo».
Desempeña un oficio que ella es capaz de compatibilizar con sus estudios de portugués en Zamora, las salidas con los amigos y hasta viajes, el último a Roma. «Es verdad que en esto no hay horarios, trabajas sábados y domingos, pero como estamos toda la familia nos podemos organizar». Como todo en la vida, «tiene sus ventajas y sus inconvenientes». Ángeles, positiva, prefiere quedarse con las primeras. «Al ser esto tuyo no te importa hacer más horas y luego me gusta lo que hago, me gustan las ovejas. Nunca me ha supuesto trabajo porque lo he hecho toda la vida». Eso sí, esta joven ganadera tenía muy claro que antes había que estudiar, «aunque solo fuera por la posibilidad de poder elegir».
Y ni atisbo de arrepentimiento, aunque sea uno de los sectores más castigados. «La crisis se nota. Antes los particulares te compraban un queso y ahora medio. Está mal pero mejor que otros. Nosotros hemos mantenido los precios aunque la materia prima, como el pienso, ha subido bastante. En nuestro caso, al ser ovejas de raza autóctona, aprovechamos el terreno y juegas con eso, con disminuir costes».
Aún así los bajos precios obligan a una dependencia de las subvenciones «que si recibimos es porque no se paga nuestra labor. Lo ideal sería un libre mercado en el que poder competir, pero como no existe hay que compensarlo con la PAC. Lo lamentable es que beneficia a los que tienen más tierras y no se prima al que la trabaja», cuestiona esta ganadera sayaguesa. «No es normal que la leche valga menos que el agua y que sea un reclamo de las grandes superficies porque ellas no pierden, bajan los precios a costa de nosotros».
Como su familia, ella es una convencida de lo ecológico, de esa cada vez menos romántica filosofía de la soberanía alimentaria, «porque es el mejor aprovechamiento ganadero de esta tierra». ¿Y tiene futuro?. «Sí, sobre todo en Europa. España es productora de ecológico pero poco consumidora. Los europeos al contrario, consumen más que producen». Por eso sus quesos elaborados en Fariza encuentran demanda en Alemania, Francia o los países nórdicos.
Una alternativa de producción en la que se acaba de embarcar Maruja Marcos, titular de una explotación de alistano-sanabresa en Arcillo. La jubilación anticipada de su padre por enfermedad la convirtió en ganadera a título principal con 28 años y aunque estudió auxiliar de enfermería y su marido trabajaba en una empresa al final los dos acabaron llevando la explotación.
Un oficio, según describe, cargado de sinsabores. «Ahora las cosas están mucho peor que cuando lo llevaba mi padre. Las ayudas cada vez llegan con más retraso, todo ha subido mucho, los productos que utilizamos para el ganado y la agricultura están por las nubes, y los terneros de campo valen un 30% menos que hace treinta años. Por un ternero de seis o siete meses para cebadero te podían pagar 120.000 pesetas, ahora si llega a 80.000 (unos 500 euros) están bien pagado».
¿Cómo salen entonces las cuentas?. «Pues mal, no sabemos qué hacer, estamos indecisos. Si los pagos se siguen retrasando esto no aguanta. A mi me deben una subvención de 2011 y otros tres pagos de 2012. Las administraciones dicen que no tienen dinero, que lo pagarán a lo largo de este año pero el gasoil y el pienso no pueden esperar. Y yo tengo hipoteca y dos hijos» apunta Maruja Marcos.
Como en el caso de Arancha Abascal, esta ganadera sayaguesa sabe lo que es empezar de cero. En 2008 tuvo que hacer el vaciado de la explotación por un positivo de tuberculina. 70 vacas al matadero. «La administración nos dio 300 euros por animal de media y cuando vas a comprar las vacas te pones en 900, tienes que invertir más del triple de lo que te han dado». Le gusta el oficio; «si el ganado valiera es una vida bonita en el campo y con los animales. Me gustaría jubilarme en esto pero las cosas están tan difíciles...».
Profesionales del sector apuestan por el medio rural y reclaman precios justos que garanticen la viabilidad de sus explotaciones
23.02.2013 | 01:08
Arancha Abascal en la vaquería de Gema del Vino que lleva junto a su marido. Foto José Luis Fernández
Fotos de la noticia
IRENE GÓMEZ
Mujer, ganadera a título principal y residente en el medio rural. Un denominador común, casi se puede decir que un desafío, el que identifica a Maruja Marcos, Arancha Abascal y Ángeles Santos. Están capacitadas, alguna con estudios superiores, les gusta un oficio que han mamado en casa, viven en el pueblo y manejan con tanta soltura el ganado como los obligados papeles.
En ese afán por formarse, Arancha Abascal -madrileña e hija de uno de los pocos ganaderos que quedan en la Comunidad de Madrid-, conoció a su marido en Zamora durante una reunión de Afriza (Asociación de la Raza Frixona). Así fue como llegó a Gema y formó una familia -tiene dos niños de 8 y 6 años-.
Con una explotación de 140 vacas, la pareja se lanzó a un plan de mejora que goza de todas las bendiciones, aunque «nos hemos quedado esperando porque, tal y como está todo, nos da mucho miedo. Hay ilusión y ganas, pero el sector está asfixiado» expresa Arancha. El bajo precio de la leche es uno de los grandes caballos de batalla y aunque el Gobierno haya arbitrado una solución a través de un contrato tipo, «no se reflejan realmente los gastos de producción que tiene la granja; ése es el gran problema».
Por fortuna, precisa, ellos pertenecen a la cooperativa Gaza que garantiza unos dignos márgenes de beneficio. «La renta del ganadero de vacuno de leche es la misma hoy que hace veinte años y los costes son infinitamente superiores». Para muestra «en mi granja tengo contratado un veterinario que hace la sanidad animal, otro grupo controla la alimentación, otro la salud de la ubre, otro la calidad de la leche. Son costes que antes no se tenían y todo para sacar un producto que realmente merezca la pena, porque la leche nuestra no tiene nada que ver con las que vienen de fuera» defiende esta joven ganadera de Gema del Vino.
Lo que Arancha ni nadie se explica es cómo «si en España producimos 6 millones de litros de leche y necesitamos 9, cómo siendo deficitarios nuestra leche sale fuera y aquí vienen productos elaborados. Desde luego que serán consumibles, según Sanidad, pero la calidad no es la misma. A los ganaderos nos están hundiendo porque no nos pagan el esfuerzo que hacemos y estamos hablando de un producto de primera necesidad». Ahí puede residir la causa de la fuga de profesionales, «que la hay; no se están marchando solo ingenieros o enfermeras, se están yendo ganaderos a Estados Unidos o Irlanda, gente cualificada que tiene ilusión pero aquí no ve futuro».
¿Cuál es la solución?. «Una ley de comercio que otorgue valor al producto de calidad. Porque nosotros tenemos que demostrar la trazabilidad, hacemos todo con pautas y siempre nos tienen en el punto de mira».
Y así lo piensa también Ángeles Santos que a sus 28 años tiene claro que su vida está en pueblo, con las ovejas y en la quesería. Una empresa familiar de la que tiran los padres, ella y otro hermano. El más pequeño todavía está estudiando, lo mismo que hicieron antes los mayores. Hoy el campo se nutre de chicos y chicas sobradamente preparados.
Ángeles estudió Dirección y Administración de Empresas, renunció al trabajo en el banco y hace tres años se hizo ganadera para incorporarse a la explotación familiar de agricultura, ganadería, elaboración y comercialización de queso. «El banco no me gustaba nada, venía todos los fines de semana al pueblo, me encantaba; no me suponía trabajo ninguno ni las ovejas ni la quesería». Admite que se pensó el cambio «porque al fin y al cabo esto lo iba a tener siempre, pero luego me dije para qué voy a perder el tiempo». Y así fue como cambió el despacho por la granja, aunque siga entre papeles. «Hoy todo es a base de papeleo».
Desempeña un oficio que ella es capaz de compatibilizar con sus estudios de portugués en Zamora, las salidas con los amigos y hasta viajes, el último a Roma. «Es verdad que en esto no hay horarios, trabajas sábados y domingos, pero como estamos toda la familia nos podemos organizar». Como todo en la vida, «tiene sus ventajas y sus inconvenientes». Ángeles, positiva, prefiere quedarse con las primeras. «Al ser esto tuyo no te importa hacer más horas y luego me gusta lo que hago, me gustan las ovejas. Nunca me ha supuesto trabajo porque lo he hecho toda la vida». Eso sí, esta joven ganadera tenía muy claro que antes había que estudiar, «aunque solo fuera por la posibilidad de poder elegir».
Y ni atisbo de arrepentimiento, aunque sea uno de los sectores más castigados. «La crisis se nota. Antes los particulares te compraban un queso y ahora medio. Está mal pero mejor que otros. Nosotros hemos mantenido los precios aunque la materia prima, como el pienso, ha subido bastante. En nuestro caso, al ser ovejas de raza autóctona, aprovechamos el terreno y juegas con eso, con disminuir costes».
Aún así los bajos precios obligan a una dependencia de las subvenciones «que si recibimos es porque no se paga nuestra labor. Lo ideal sería un libre mercado en el que poder competir, pero como no existe hay que compensarlo con la PAC. Lo lamentable es que beneficia a los que tienen más tierras y no se prima al que la trabaja», cuestiona esta ganadera sayaguesa. «No es normal que la leche valga menos que el agua y que sea un reclamo de las grandes superficies porque ellas no pierden, bajan los precios a costa de nosotros».
Como su familia, ella es una convencida de lo ecológico, de esa cada vez menos romántica filosofía de la soberanía alimentaria, «porque es el mejor aprovechamiento ganadero de esta tierra». ¿Y tiene futuro?. «Sí, sobre todo en Europa. España es productora de ecológico pero poco consumidora. Los europeos al contrario, consumen más que producen». Por eso sus quesos elaborados en Fariza encuentran demanda en Alemania, Francia o los países nórdicos.
Una alternativa de producción en la que se acaba de embarcar Maruja Marcos, titular de una explotación de alistano-sanabresa en Arcillo. La jubilación anticipada de su padre por enfermedad la convirtió en ganadera a título principal con 28 años y aunque estudió auxiliar de enfermería y su marido trabajaba en una empresa al final los dos acabaron llevando la explotación.
Un oficio, según describe, cargado de sinsabores. «Ahora las cosas están mucho peor que cuando lo llevaba mi padre. Las ayudas cada vez llegan con más retraso, todo ha subido mucho, los productos que utilizamos para el ganado y la agricultura están por las nubes, y los terneros de campo valen un 30% menos que hace treinta años. Por un ternero de seis o siete meses para cebadero te podían pagar 120.000 pesetas, ahora si llega a 80.000 (unos 500 euros) están bien pagado».
¿Cómo salen entonces las cuentas?. «Pues mal, no sabemos qué hacer, estamos indecisos. Si los pagos se siguen retrasando esto no aguanta. A mi me deben una subvención de 2011 y otros tres pagos de 2012. Las administraciones dicen que no tienen dinero, que lo pagarán a lo largo de este año pero el gasoil y el pienso no pueden esperar. Y yo tengo hipoteca y dos hijos» apunta Maruja Marcos.
Como en el caso de Arancha Abascal, esta ganadera sayaguesa sabe lo que es empezar de cero. En 2008 tuvo que hacer el vaciado de la explotación por un positivo de tuberculina. 70 vacas al matadero. «La administración nos dio 300 euros por animal de media y cuando vas a comprar las vacas te pones en 900, tienes que invertir más del triple de lo que te han dado». Le gusta el oficio; «si el ganado valiera es una vida bonita en el campo y con los animales. Me gustaría jubilarme en esto pero las cosas están tan difíciles...».