Dicen Maestro, que en el cielo el tiempo es eterno. Pues no te faltarán momentos, cuando estés pensativo apartado del grupo de los toreros, de recordar aquellos tiempos cuando ibas por caminos polvorientos, con el macuto al hombro y el estoque en la mano, buscando una capea de pueblo en pueblo, en tierras del pan, y en la comarca del vino. Ni una cosa, ni la otra había en tu macuto y si, mil dentelladas de perro en tu estómago, que solo se mitigaba cuando estabas delante de un más que capeado toro ... (ver texto completo)