En el viejo caseto, por debajo de la roida
puerta. Un ratoncillo contempla como resbala el
agua por las hierbas secas, que frondosas crecieron en
primavera. Cuando los gorrioncillos que anidaban en el
tejado, iban y venían afanosamente para dar de
comer a su prole. En aquellos días se escuchaba el alegre trinar de los ruinseñores entre los chopos y álamos.
Aguas arriba, unos trescientos metros. Donde cuentan que estuvo un
molino de agua. En los días de primavera, una culebra bastardo, recta entre
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