Desde lo más profundo, me niego a pronunciar un "adios" como palabra para firmar una despedida impuesta por el destino. Y me niego por la simple razón, de que era una de esas personas que nunca se van por completo. Puede que la parte más visible haya emprendido un viaje de díficil regreso, pero hay una parte, mucho más importante, a la que no podemos -ni debemos- dejar hacerlo. Porque si tenemos que sacar algo bueno de todo esto, es precisamente eso: que su esencia, sus costumbres, su buen hacer y su personalidad, nunca desaparecerán sin nuestro consentimiento.
Por ello, Serafín, debemos despedirte no con un protocolario adiós, sino con un profundo y sentido ¡¡GRACIAS!!
-. Anibas .-.
Por ello, Serafín, debemos despedirte no con un protocolario adiós, sino con un profundo y sentido ¡¡GRACIAS!!
-. Anibas .-.