En una ocasión, uno de los chicos con los que más veces pisaba la hierba, corría tras de mi muy ligero de ropa, el pajar estaba lleno y las maderas que sustentaban el tejado nos quedaban a la altura de la cabeza, tan cegado iba que no vio el palo y se lo comió de lleno, quedando sin sentido al instante. Fue un susto muy grande y por momentos pensé que tendría que pedir ayuda con aquella situación tan embarazosa.