Un niño de diez años ve cómo un grupo de falangistas entra en su casa de Getxo. Señalan una pared de tablones, falsa, y obligan al niño y a toda su aterrorizada familia a desmantelarla. Detrás está Simón García, maestro republicano. El niño sigue mirando. Ve cómo los falangistas deciden llevarse a su hermano mayor, de dieciséis años, junto con su padre. Asesinarán a ambos y los abandonarán en un descampado. Pero Rogelio Cerón, uno de los asesinos, se quedará atrapado para siempre en la mirada de ese niño. Obsesionado con el chiquillo, está seguro de que no bien cumpla dieciséis años, la edad a la que ellos consideran que un hombre ya puede morir, vendrá para vengarse y le matará. A los cadáveres de los rojos que quedaban en los caminos o en los alrededores de los pueblos nadie se acercaba, ni siquiera los parientes, temerosos de que se les relacionara con el difunto y se siguiera con ellos parecida medicina. Sin embargo el niño, con su cuerpo aún no desarrollado, con sus perplejos diez años y sin decirle siquiera a su familia lo que hace, decide salir una noche y, sin ninguna ayuda, cavar una fosa donde enterrar a su hermano y a su padre. Rogelio Cerón se planta con una silla en el punto exacto en el que el chico entierra a sus muertos, y se pone a esperar el día en que el chaval sea un hombre y le mate. Pasará allí, como un eremita, casi treinta años. El chico planta un hijuelo de higuera sobre la tumba, que Rogelio se ocupará de regar y cuidar. (Si te interesa leer.. El autor es Ramiro Pinilla). Autor tambien de la trilogia Verdes valles colinas rojas.