Cuando hube de abandonar la comarca por haber clavado a un vecino por las orejas al tronco de un roble, antes de alistarme en la Legión, me gané la vida durante un tiempo como capador en Capadocia, utilizando mis conocidos conocimientos en cirugía auditiva y genital.
Buenos cuartos me gané entonces castrando lechones. Iba por las granjas ofreciendo mis servicios. Encerraban a la cerda madre, y yo podía ejercer la profesión sin ningún obstáculo, con aquellos cerditos tan desamparados en el corral.
Pero una vez, cuando estaba con las manos en la masa abriendo de par en par un escroto para sacar aquellas deliciosas criadillas, tocaron por detrás mis sensibles glúteos, me di la vuelta en un acto reflejo, y recibí un doloroso mordisco en salva sea la parte. No sentí yo aquel destrozo del pantalón a la altura de la bragueta, que inmediatamente vi que no habría sastre en el mundo capaz de remendarlo. No. Lo que más sentí fue aquel doloroso fluir de la sangre de mis descuidados atributos.
Vino la señora con una palangana de agua y una toalla. Después tuve que envolver el pizarrín en mi pañuelo para cortar la hemorragia, y someter el instrumento a dos curas diarias en la pensión durante una semana.
No os enseño la horrible cicatriz, porque lo impide mi reconocido pudor.
Entonces fue cuando decidí mi alistamiento en el Tercio, a ver si podía continuar mi supervivencia sin sobresaltos de tal calibre.
Y ahora que reflexiono... ¿no será musulmana Capadocia?
Buenos cuartos me gané entonces castrando lechones. Iba por las granjas ofreciendo mis servicios. Encerraban a la cerda madre, y yo podía ejercer la profesión sin ningún obstáculo, con aquellos cerditos tan desamparados en el corral.
Pero una vez, cuando estaba con las manos en la masa abriendo de par en par un escroto para sacar aquellas deliciosas criadillas, tocaron por detrás mis sensibles glúteos, me di la vuelta en un acto reflejo, y recibí un doloroso mordisco en salva sea la parte. No sentí yo aquel destrozo del pantalón a la altura de la bragueta, que inmediatamente vi que no habría sastre en el mundo capaz de remendarlo. No. Lo que más sentí fue aquel doloroso fluir de la sangre de mis descuidados atributos.
Vino la señora con una palangana de agua y una toalla. Después tuve que envolver el pizarrín en mi pañuelo para cortar la hemorragia, y someter el instrumento a dos curas diarias en la pensión durante una semana.
No os enseño la horrible cicatriz, porque lo impide mi reconocido pudor.
Entonces fue cuando decidí mi alistamiento en el Tercio, a ver si podía continuar mi supervivencia sin sobresaltos de tal calibre.
Y ahora que reflexiono... ¿no será musulmana Capadocia?
Cómo usted non foi un pouco precavido? tiña que ter en conta que unha porca parida, cos laregos chillando co dolor, é sumamente peligrosa, eu prefiero verme rodeado de lobos que de semejante animal.