- ¡Treinta y siete glóbulos, don Fos…, digo padre! le contestó, adelantando el mentón y apiñando una miaja los ojos, en
señal de haber afinado mucho la cantidad.
- ¡Anda marcha pa’l pasillo un rato y hasta que no tengas bien aprendida la lección, no te quiero volver a ver por aquí.