Entretanto, el que tenía necesidad se fue aliviando y los que teníamos la boca llena, porque no pedimos sopas, terminamos de untar los
churros y de arrebañar el chocolate y nos marchamos a la
calle…
Lo de encender allí mismo el cigarrito de después, hubiera sido mucho, aunque no es porque no se lo merecieran. ¡Pues menudo somos!
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