Lo más común para llevar a cabo esta tarea era cogerlos en un caldero y llevarlos a las peñas, dónde se despeñaban sin más. Una vez nos tocó esta dura tarea a Manoly y a mí. Nos dió tanta pena que en vez de despeñarlos, y creyendo que les hacíamos un favor, los pusimos con mucho cuidado en una tapadera de plástico que encontramos por allí, y los echamos a la
laguna, que había allí, en las peñas (creo que nos habían contado no hacía mucho la
historia de Moisés.