Yo entré de los primeros, con Choni a mi lado, dispuestos a hacer, como en todas las
iglesias, alguna
foto bonita. En una nave lateral nos cruzamos con un cura enorme, bragao, muy en Santacoloma, que dirían los expertos en
ganadería taurina que, además de por su tamaño, destacaba por que vestía un terno muy llamativo: encarnado y blanco.