Tachuela 54
Eso sí, lo que no estaba bien visto era chupar el grifo.
Hubo tiempos que creíamos que sí nos pillaba el alcalde (Evencio), nos multaría, lo cierto es que no sé sí se llego a multar a alguien.
En aquella época había tres fuentes con sus pilones correspondientes, una en la plaza, donde actualmente se pone la orquesta en las fiestas, esta le daba un toque más de dificultad a la cadena que se formaba cuando jugábamos a la madre, salía uno con las manos juntas, dedos entrelazados de la cochera de Pablito, objetivo tocar a otro, que se unía al primero, saliendo los dos de la mano y así sucesivamente hasta que se pillaba al ultimo. Solo podían tocar los de los extremos y los que no estaban en la cadeneta intentaban cortarla, entonces se les hacía retroceder a la cochera a golpes en la espalda.
Otra fuente en la plazuela al lado del salón de baile de Angélico y sus pasones, si no te quedaba dinero para comprar la gaseosa de una cincuenta “de meaos de burro” que la traía un hombrico de Belver podías matar la sed en ella. Lugar de tertulia de los mayores, como el sendero que formaron las liebres que mato el señor Fernando ó aquel camión que subiendo por la cuesta de la ermita con sus ventitantos ejes perdió una rueda de repuesto que alguien la recogió y la puso en el carretillo.
Y para ir a la tercera que estaba en la solana a la puerta de Juan Antonio había que pasar por la parra del señor Rogelio (la josa la tenía en Santa Justa). Éste era un hombre que me llamó mucho la atención, a primera vista daba a entender que tenía mucho genio, no lo sé, pero fue la única persona con la que hablé de algo que en aquellos tiempos no entendía (era en la época de paquito). Hablaba de política y creo que se sentía con miedo, socialista (todo esto ahora no tiene importancia pero en aquella época eran palabras mayores).
A las fuentes iban las mozas y no mozas, a por el agua del sustento para la familia, al principio con los cántaros rojos, que es el color que da el barro al cocerse, y los calderos de cinc, más tarde aparecería el plástico que en forma de caldero por su ligereza y flexibilidad desplazó a los anteriores (en Portugal, Braganza llegué a ver cántaros de plástico).
También era típico cuando veíamos alguien que venía con los calderos de la fuente, él pedirle agua, la bebíamos del propio caldero, a veces estaba el gracioso de turno que te apretaba la cabeza, metiéndola en el caldero.
Los pilones servían de abrevadero para las bestias.
Las tres fuentes eran iguales de formas curvas, de ladrillos macizos de los de antes y recubiertas de cemento, tenían un gran pedestal donde se apoyaban los cántaros, dos grifos en la parte frontal, por encima de estos creo que ponía el año que se hicieron y coronando la fuente una gran bola de hormigón.
Posteriormente se hizo una fuente más, al lado de la cruz de los caídos, la hizo el Sr. Agustín “El Rojo”, yo era muy amigo de él y estuve ayudándole (si se puede decir así pues tendría ocho ó nueve años), para nosotros esta fuente fue como que nos metían el agua en casa por la comodidad debido a la proximidad. El Rojo me hace recordar las historias de ”los blancos”, que salían por las noches, cuchillo en mano para intentar dar un susto a más de uno. Luego venían aquellos comentarios: - te digo que es verdad, que ha quedado la marca del cuchillo en la puerta de la panera de fulano. O aquella frase demoledora que no recuerdo quién la dijo dirigiéndose a un blanco y sacando la navaja del bolso: ” Si eres de este mundo ven acá y si eres del otro que quieres”.
El Rojo más e una vez se vistió de Blanco, que paradoja.
Pasaron los años, llegó el agua corriente......
Continuará.
Salud.
Eso sí, lo que no estaba bien visto era chupar el grifo.
Hubo tiempos que creíamos que sí nos pillaba el alcalde (Evencio), nos multaría, lo cierto es que no sé sí se llego a multar a alguien.
En aquella época había tres fuentes con sus pilones correspondientes, una en la plaza, donde actualmente se pone la orquesta en las fiestas, esta le daba un toque más de dificultad a la cadena que se formaba cuando jugábamos a la madre, salía uno con las manos juntas, dedos entrelazados de la cochera de Pablito, objetivo tocar a otro, que se unía al primero, saliendo los dos de la mano y así sucesivamente hasta que se pillaba al ultimo. Solo podían tocar los de los extremos y los que no estaban en la cadeneta intentaban cortarla, entonces se les hacía retroceder a la cochera a golpes en la espalda.
Otra fuente en la plazuela al lado del salón de baile de Angélico y sus pasones, si no te quedaba dinero para comprar la gaseosa de una cincuenta “de meaos de burro” que la traía un hombrico de Belver podías matar la sed en ella. Lugar de tertulia de los mayores, como el sendero que formaron las liebres que mato el señor Fernando ó aquel camión que subiendo por la cuesta de la ermita con sus ventitantos ejes perdió una rueda de repuesto que alguien la recogió y la puso en el carretillo.
Y para ir a la tercera que estaba en la solana a la puerta de Juan Antonio había que pasar por la parra del señor Rogelio (la josa la tenía en Santa Justa). Éste era un hombre que me llamó mucho la atención, a primera vista daba a entender que tenía mucho genio, no lo sé, pero fue la única persona con la que hablé de algo que en aquellos tiempos no entendía (era en la época de paquito). Hablaba de política y creo que se sentía con miedo, socialista (todo esto ahora no tiene importancia pero en aquella época eran palabras mayores).
A las fuentes iban las mozas y no mozas, a por el agua del sustento para la familia, al principio con los cántaros rojos, que es el color que da el barro al cocerse, y los calderos de cinc, más tarde aparecería el plástico que en forma de caldero por su ligereza y flexibilidad desplazó a los anteriores (en Portugal, Braganza llegué a ver cántaros de plástico).
También era típico cuando veíamos alguien que venía con los calderos de la fuente, él pedirle agua, la bebíamos del propio caldero, a veces estaba el gracioso de turno que te apretaba la cabeza, metiéndola en el caldero.
Los pilones servían de abrevadero para las bestias.
Las tres fuentes eran iguales de formas curvas, de ladrillos macizos de los de antes y recubiertas de cemento, tenían un gran pedestal donde se apoyaban los cántaros, dos grifos en la parte frontal, por encima de estos creo que ponía el año que se hicieron y coronando la fuente una gran bola de hormigón.
Posteriormente se hizo una fuente más, al lado de la cruz de los caídos, la hizo el Sr. Agustín “El Rojo”, yo era muy amigo de él y estuve ayudándole (si se puede decir así pues tendría ocho ó nueve años), para nosotros esta fuente fue como que nos metían el agua en casa por la comodidad debido a la proximidad. El Rojo me hace recordar las historias de ”los blancos”, que salían por las noches, cuchillo en mano para intentar dar un susto a más de uno. Luego venían aquellos comentarios: - te digo que es verdad, que ha quedado la marca del cuchillo en la puerta de la panera de fulano. O aquella frase demoledora que no recuerdo quién la dijo dirigiéndose a un blanco y sacando la navaja del bolso: ” Si eres de este mundo ven acá y si eres del otro que quieres”.
El Rojo más e una vez se vistió de Blanco, que paradoja.
Pasaron los años, llegó el agua corriente......
Continuará.
Salud.
Me encanta lo de las fuentes. Y pensar que cuando desaparecieron el agua se cortaba al mediodia hasta el día siguiente. Que paradoja.
Ah, felicidades, aunque con retraso.
Ah, felicidades, aunque con retraso.