Tachuela 56
También desaparecieron “las piedras”.
El regato al entrar en el pueblo se convertía en “el arroyo”, no estaba canalizado y dependiendo de la época del año y las lluvias podía coger todo el ancho de la calle, de forma que dividía al pueblo en dos; para salvar esta dificultad a parte de otro puente peatonal que había en la plazuela estaban “las piedras”. Había tres pasos de piedras. Uno en “el badén” donde tenía la tienda, la señora Josefa, hoy vive “Jesús el de Fermín”. Otras estaban muy cerca de estas partían de la esquina de la casa del señor Cayetano. Y las últimas en “la escalerilla” cerca del bar “El Molino”.
Para nosotros había “un antes” y “un después”, cuando eras capaz de cruzarlas solo ó de la mano de un mayor.
Otro lugar de encuentro era la laguna. Ir a coger ranas, era un decir, renacuajos sí pero ranas pocas, barro y lodo todo lo que queríamos, nos poníamos como el cisquero de Abezames.
En la misma laguna había un pozo con brocal de cemento, solía tener ranas, renacuajos, salamandras, tritones y alguna que otra culebra de agua que hacía el lugar un poco temeroso.
Al lado de la laguna esta el cementerio y detrás de éste había otra laguna, “la laguna pequeña”.
Cerca de estas lagunas siguiendo por la carretera de Aspariegos, entre ésta y el primer camino que salía hacia la izquierda, que era el camino de la alameda, donde íbamos de merienda; estaba la fuente “la Olisa”, había unas junqueras de donde casi siempre salía agua.
Ir de merienda era algo especial, te preparaba tu madre el cacho de pan, el cacho de chorizo y la naranja si la había y tu te tenías que preocupar de llevar el agua en la cantimplora ó en su defecto en la botella de casera.
Y por ultimo no podía faltar la laguna de Valcuevo también hoy desaparecida, se llegaba por el camino del mismo nombre, desde la carretera de Castronuevo, entre esta y la carretera de Bustillo del Oro. Al lado de la laguna había una huerta con su buchina, noria y caseta. Aquí también solíamos ir de merienda y nos bañábamos en la buchina si tenía agua.
Las buchinas eran, pues no sé si quedará hoy alguna, unos depósitos normalmente circulares de ladrillo y cemento donde sé almacenaba el agua que se sacaba del pozo para que se oreara. El agua se sacaba con la noria, un artilugio mecánico; con la fuerza de un burro dando vueltas lo hacía girar de forma que subían los cangilones llenos de agua a la vez que bajaban de vacío. Al burro se le tapaban los ojos con un saco para que no se mareara. Tenía un trinquete ó seguro para que la noria no girara al revés por el peso del agua y cuando andábamos “gurreando”, le dábamos vueltas nosotros para beber agua, quitábamos el trinquete y soltábamos el palo de donde tiraba el burro, empezando a girar al revés de forma descontrolada y si pillaba alguno le daba una buena costillada.
Y para terminar con el agua........
Continuará.
Salud.
También desaparecieron “las piedras”.
El regato al entrar en el pueblo se convertía en “el arroyo”, no estaba canalizado y dependiendo de la época del año y las lluvias podía coger todo el ancho de la calle, de forma que dividía al pueblo en dos; para salvar esta dificultad a parte de otro puente peatonal que había en la plazuela estaban “las piedras”. Había tres pasos de piedras. Uno en “el badén” donde tenía la tienda, la señora Josefa, hoy vive “Jesús el de Fermín”. Otras estaban muy cerca de estas partían de la esquina de la casa del señor Cayetano. Y las últimas en “la escalerilla” cerca del bar “El Molino”.
Para nosotros había “un antes” y “un después”, cuando eras capaz de cruzarlas solo ó de la mano de un mayor.
Otro lugar de encuentro era la laguna. Ir a coger ranas, era un decir, renacuajos sí pero ranas pocas, barro y lodo todo lo que queríamos, nos poníamos como el cisquero de Abezames.
En la misma laguna había un pozo con brocal de cemento, solía tener ranas, renacuajos, salamandras, tritones y alguna que otra culebra de agua que hacía el lugar un poco temeroso.
Al lado de la laguna esta el cementerio y detrás de éste había otra laguna, “la laguna pequeña”.
Cerca de estas lagunas siguiendo por la carretera de Aspariegos, entre ésta y el primer camino que salía hacia la izquierda, que era el camino de la alameda, donde íbamos de merienda; estaba la fuente “la Olisa”, había unas junqueras de donde casi siempre salía agua.
Ir de merienda era algo especial, te preparaba tu madre el cacho de pan, el cacho de chorizo y la naranja si la había y tu te tenías que preocupar de llevar el agua en la cantimplora ó en su defecto en la botella de casera.
Y por ultimo no podía faltar la laguna de Valcuevo también hoy desaparecida, se llegaba por el camino del mismo nombre, desde la carretera de Castronuevo, entre esta y la carretera de Bustillo del Oro. Al lado de la laguna había una huerta con su buchina, noria y caseta. Aquí también solíamos ir de merienda y nos bañábamos en la buchina si tenía agua.
Las buchinas eran, pues no sé si quedará hoy alguna, unos depósitos normalmente circulares de ladrillo y cemento donde sé almacenaba el agua que se sacaba del pozo para que se oreara. El agua se sacaba con la noria, un artilugio mecánico; con la fuerza de un burro dando vueltas lo hacía girar de forma que subían los cangilones llenos de agua a la vez que bajaban de vacío. Al burro se le tapaban los ojos con un saco para que no se mareara. Tenía un trinquete ó seguro para que la noria no girara al revés por el peso del agua y cuando andábamos “gurreando”, le dábamos vueltas nosotros para beber agua, quitábamos el trinquete y soltábamos el palo de donde tiraba el burro, empezando a girar al revés de forma descontrolada y si pillaba alguno le daba una buena costillada.
Y para terminar con el agua........
Continuará.
Salud.
Estoy con Marisol y mjl en cuanto a la opinión de los relatos. Muy buenos.
Y como diría un profesor: sigue por este camino.
Y como diría un profesor: sigue por este camino.