Buenos dias amigos de Malva un feliz dia y un fuerte abrazoooooooooooooo
Tú invocabas al chamariz y hacías que los árboles se inclinasen
sobre nosotros en tardes inmóviles mientras la policía
escribía nuestros nombres.
Otros días cantabas poseído por el alcohol y lo que rebosaba era
azul sobre las mesas desgastadas por la lejía.
Una senda de aulagas conducía hasta tu casa donde siempre era
invierno. ¡Ah cómo sentía tus dientes y cuanto tiempo te
escuchaba,
cómo esperaba tu desaparición amándote!
No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto
de las mujeres.
A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace
mucho tiempo, viuda desposeída de tus sábanas.
Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus
cámaras;
esto fue cuando comenzó el silencio.
Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado
con la pulsación de los pueblos.
No quisiste ser alabado por ello sino por el horror, tu
ciudadanía en aquel tiempo.
La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras y en
aquellos templos cuyas maderas están señaladas a cuchillo y
con la grasa de los animales torturados.
Tú, más veraz que yo porque me excedías en vigilancia,
me conducías a los lugares en que es posible saborear el
cardenillo y el acero.
Tú invocabas al chamariz y hacías que los árboles se inclinasen
sobre nosotros en tardes inmóviles mientras la policía
escribía nuestros nombres.
Otros días cantabas poseído por el alcohol y lo que rebosaba era
azul sobre las mesas desgastadas por la lejía.
Una senda de aulagas conducía hasta tu casa donde siempre era
invierno. ¡Ah cómo sentía tus dientes y cuanto tiempo te
escuchaba,
cómo esperaba tu desaparición amándote!
No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto
de las mujeres.
A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace
mucho tiempo, viuda desposeída de tus sábanas.
Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus
cámaras;
esto fue cuando comenzó el silencio.
Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado
con la pulsación de los pueblos.
No quisiste ser alabado por ello sino por el horror, tu
ciudadanía en aquel tiempo.
La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras y en
aquellos templos cuyas maderas están señaladas a cuchillo y
con la grasa de los animales torturados.
Tú, más veraz que yo porque me excedías en vigilancia,
me conducías a los lugares en que es posible saborear el
cardenillo y el acero.