Lo más divertido del juego de la goma es que se podía hacer en cualquier sitio y utilizar para sujetarla otras cosas. A mí me gustaba entrenarme en casa, antes de salir para la plaza y recuerdo que iban a coser para el corral de mi casa, la Sra. Obdulia y la Sra. María, la perucha, para que sepáis a quien me refiero. Las sentaba una de espaldas a la otra y, mientras tejían, yo les ponía la goma. Primero en las patas de la silla, eran las sillas aquellas de madera y asiento de espadaña; después por encima del asiento y, por fin, en la parte más alta del respaldo, entre las bolitas del remate.