Lo cierto es que las manzanas no nos gustaban mucho, ya digo que eran algo ácidas, pero las comíamos tan ricamente. Creo que lo que realmente nos gustaba era la hazaña que suponía el cogerlas sin que nos pillaran.
Msol, me acuerdo mucho de eso, ahora que tu lo cuentas. Llevábamos también una cantimplora de plástico con agua. La mía era redonda y amarilla, creo que aún la conservo. Lo que yo no recuerdo es que las manzanas fueran ácidas, sino todo lo contrario. Eran grandes, de piel roja y amarilla. Yo las recuerdo como las mejores manzanas que he comido en mi vida. No sé si era por la hazaña, como tu dices, o porque realmente sabian bien. Incluso, recuerdo que echabamos unas cuantas al vestido y volvíamos con ellas para casa por el camino de tierra. Una vez en casa, había que pensar un sitio dóde esconderlas para que no descubriera la madre su procedencia y así librarte de unos buenos azotes.