LA PRIMERA VEZ (Y FINAL)
............... desde fuera ves a las personas que van dentro, en fin que daba un poco de miedo meterse en lo que a mí me pareció una jaula para pájaros pero a lo grande.
Tercero B, que curioso, nombran los pisos con números y las puertas con letras pensé yo.
En la sala de espera lo que me llamó la atención fue el radiador de la calefacción, un radiador enorme de hierro fundido en negro con diversos motivos decorativos grabados en él. Estaba caliente, no me entraba en la cabeza como se le podía haber ocurrido a alguien calentar una estancia a base de hacer circular agua caliente por aquel engendro. Calentarte al fuego, a la lumbre o del brasero era lo que hasta ese momento yo estaba acostumbrado a ver.
De nuevo en la calle y con mi bamba en la mano dejando atrás la plaza de toros, nos dirigimos al ferial de ganado, justo al lado de otras vías de tren, más o menos lo que hoy es la vaguada a la altura de la cuesta del bolón, un laberinto de una especie de pocilgas sin techar, entre las que se movía el personal, y dentro de estos apartados había de todo, cerdos, ovejas, cabras, burros, mulas, vacas, pollos, gallinas, patos, que se yo de todo como en botica.
A comer fuimos a una casa de comidas que regentaba alguien que descendía de Malva, pariente de Dionisia la Milana, quiero recordar en la zona de los Lobos. Lo que no se me olvida es que comí un buen plato de calamares en su tinta que quitaba el hipo.
Por la tarde mi abuelo hizo los pertinentes “recaos” que le quedaban por hacer y poco más.
De nuevo otra vez subidos en el coche de línea, las mismas caras pero todo el mundo cargado de bolsas y paquetes de todo tipo.
Carretera adelante y pueblos de por medio, de nuevo en la plaza bajando del coche.
En ese momento si que le vi. Al forastero con tabardo en la mano, que al llegar a Malva se encaminó hacia una casa de ladrillo con miradores amplios.
¡O no?.
............... desde fuera ves a las personas que van dentro, en fin que daba un poco de miedo meterse en lo que a mí me pareció una jaula para pájaros pero a lo grande.
Tercero B, que curioso, nombran los pisos con números y las puertas con letras pensé yo.
En la sala de espera lo que me llamó la atención fue el radiador de la calefacción, un radiador enorme de hierro fundido en negro con diversos motivos decorativos grabados en él. Estaba caliente, no me entraba en la cabeza como se le podía haber ocurrido a alguien calentar una estancia a base de hacer circular agua caliente por aquel engendro. Calentarte al fuego, a la lumbre o del brasero era lo que hasta ese momento yo estaba acostumbrado a ver.
De nuevo en la calle y con mi bamba en la mano dejando atrás la plaza de toros, nos dirigimos al ferial de ganado, justo al lado de otras vías de tren, más o menos lo que hoy es la vaguada a la altura de la cuesta del bolón, un laberinto de una especie de pocilgas sin techar, entre las que se movía el personal, y dentro de estos apartados había de todo, cerdos, ovejas, cabras, burros, mulas, vacas, pollos, gallinas, patos, que se yo de todo como en botica.
A comer fuimos a una casa de comidas que regentaba alguien que descendía de Malva, pariente de Dionisia la Milana, quiero recordar en la zona de los Lobos. Lo que no se me olvida es que comí un buen plato de calamares en su tinta que quitaba el hipo.
Por la tarde mi abuelo hizo los pertinentes “recaos” que le quedaban por hacer y poco más.
De nuevo otra vez subidos en el coche de línea, las mismas caras pero todo el mundo cargado de bolsas y paquetes de todo tipo.
Carretera adelante y pueblos de por medio, de nuevo en la plaza bajando del coche.
En ese momento si que le vi. Al forastero con tabardo en la mano, que al llegar a Malva se encaminó hacia una casa de ladrillo con miradores amplios.
¡O no?.