Se ponía a coser en su puerta, sentada en una silla de espadaña, de espaldas al sol y con un pañuelo blanco por la cabeza, especialmente en la primavera. Nos veís saltar por la tapia a la huerta de Amado qpd (posteriormente de Esteban y Poli y ahora de no sé quién), pero nunca nos decía nada. Nuestro afán era mojarnos los pies en la buchina cuadrada que usaban para regar las verduras (repollos, tomates, judias y lo que se terciara) y coger las hojas olorosas que había alrededor de esa buchina para ponerlas entre las páginas de la enciclopedia que usábamos en la escuela (creo que la planta en cuestión se llamaba hierbaluisa).