34.- JUEGOS CON LUZ Y SIN LA PLAYSTATION
Perdón por entrar sin llamar, pero la luz es la luz y no puede faltarnos, si no entra la luz no entra nadie, si no hay luz no se ve nada y además oyéndose como se oía de fondo el Fly Robin Fly de Silver Convection, no te digo más.
No sé si es que hoy día ya no hay viejas puertas, viejas ventanas, o ni si quiera viejas casas, ni cocherones, paneras, cabañales, pajares, palomares, pocilgas, cortinas, corrales con sus sinuosos recovecos, ni aquellos lugares que todos teníamos ocultos y que creíamos nuestros, olvidados para los demás, o simplemente que aquellos juegos y entretenimientos que teníamos antes, ya no tienen ni lugar ni sentido en el devenir de estos nuevos tiempos, aunque todos los tiempos fueron nuevos tiempos en su tiempo.
Os acordáis cuando metidos y encerrados en la oscuridad de alguno de esos lugares especiales para nosotros, observábamos las pequeñas motas de polvo ingrávidas y libres, que no paraban de moverse flotando en el aire dentro del fino chorro de luz que entraba del exterior un día soleado a través de cualquier agujero indeterminado.
Agujero de aquella pared indeterminada, de la cerradura de una vieja puerta o de aquella vieja ventana
Cuantos niños de hoy día no habrán visto como al meter un palo en el agua, parece que se dobla, a causa de la refracción de la luz, las veces que meteríamos palos en el pilón del pozo bueno para ver el efecto.
O las veces que jugaríamos a perseguir en una pared el foco de luz del reflejo del sol que hacíamos con un simple trozo de espejo.
Y como agujereábamos un trozo de papel quemándolo con la lente de aquellas viejas gafas de nuestros abuelos, y si el papel era negro, más y mejor. Más de una vez encendimos cigarrillos con este sistema.
Que decepción me llevé yo un día que conseguí un trozo de celuloide del hombre del cine, de aquel hombre del Renault 4/4, que nos traía el cine al salón de Angélico, cuando se le atascaba la película, para montarla de nuevo recortaba trozos que desperdiciaba y tiraba al suelo. Los recogíamos y nos quedábamos con ellos.
Siempre había pensado que enfocando con una linterna un trozo de estos celuloides y proyectándolo en la oscuridad sobre una pared, podría ver la imagen de la película, y claro que se veía, pero borrosa, sin ninguna nitidez, prácticamente sin color y por supuesto sin sonido estéreo o cuadrofónico como el de la Galaxia de Toro.
Otro juego más con la luz que no voy a repetir aunque viene al caso es el relatado en Tachuela pg. 77 “La cámara oscura”.
O simplemente hacer ochos con los rápidos movimientos de la brasa de un palo encendido al calor de lumbre baja en una noche de invierno, y no sé por que, pero cuando nos veían los mayores jugando con las brasas, siempre nos decían:
Vais a mear la cama esta noche.
¡O no?
Perdón por entrar sin llamar, pero la luz es la luz y no puede faltarnos, si no entra la luz no entra nadie, si no hay luz no se ve nada y además oyéndose como se oía de fondo el Fly Robin Fly de Silver Convection, no te digo más.
No sé si es que hoy día ya no hay viejas puertas, viejas ventanas, o ni si quiera viejas casas, ni cocherones, paneras, cabañales, pajares, palomares, pocilgas, cortinas, corrales con sus sinuosos recovecos, ni aquellos lugares que todos teníamos ocultos y que creíamos nuestros, olvidados para los demás, o simplemente que aquellos juegos y entretenimientos que teníamos antes, ya no tienen ni lugar ni sentido en el devenir de estos nuevos tiempos, aunque todos los tiempos fueron nuevos tiempos en su tiempo.
Os acordáis cuando metidos y encerrados en la oscuridad de alguno de esos lugares especiales para nosotros, observábamos las pequeñas motas de polvo ingrávidas y libres, que no paraban de moverse flotando en el aire dentro del fino chorro de luz que entraba del exterior un día soleado a través de cualquier agujero indeterminado.
Agujero de aquella pared indeterminada, de la cerradura de una vieja puerta o de aquella vieja ventana
Cuantos niños de hoy día no habrán visto como al meter un palo en el agua, parece que se dobla, a causa de la refracción de la luz, las veces que meteríamos palos en el pilón del pozo bueno para ver el efecto.
O las veces que jugaríamos a perseguir en una pared el foco de luz del reflejo del sol que hacíamos con un simple trozo de espejo.
Y como agujereábamos un trozo de papel quemándolo con la lente de aquellas viejas gafas de nuestros abuelos, y si el papel era negro, más y mejor. Más de una vez encendimos cigarrillos con este sistema.
Que decepción me llevé yo un día que conseguí un trozo de celuloide del hombre del cine, de aquel hombre del Renault 4/4, que nos traía el cine al salón de Angélico, cuando se le atascaba la película, para montarla de nuevo recortaba trozos que desperdiciaba y tiraba al suelo. Los recogíamos y nos quedábamos con ellos.
Siempre había pensado que enfocando con una linterna un trozo de estos celuloides y proyectándolo en la oscuridad sobre una pared, podría ver la imagen de la película, y claro que se veía, pero borrosa, sin ninguna nitidez, prácticamente sin color y por supuesto sin sonido estéreo o cuadrofónico como el de la Galaxia de Toro.
Otro juego más con la luz que no voy a repetir aunque viene al caso es el relatado en Tachuela pg. 77 “La cámara oscura”.
O simplemente hacer ochos con los rápidos movimientos de la brasa de un palo encendido al calor de lumbre baja en una noche de invierno, y no sé por que, pero cuando nos veían los mayores jugando con las brasas, siempre nos decían:
Vais a mear la cama esta noche.
¡O no?