Cuando yo tenía siete o ocho años, tal día como hoy, le pregunté a mi padre porque me habían puesto de nombre Miguel.Él que era muy irónico, me contestó que por Miguel el lechero. A mí aquello no me gustó nada pues ya me veía yo calvo como aquel hombre. Padre ¿y porque no me pusiste el nombre de un torero que es lo que a tí te gusta? Y la respuesta me sumió en una crisis de identidad: "Hijo por que torero nunca vas a llegar a ser". Y ahora de grande ni me gustan los
toros y la leche sólo soy capaz
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