Míguel, no te apures, eso le pasa hasta al más pintao.
Pues he tenido suerte porque he recuperado el cinto. Fui esta mañana y en el probador, como me suponía, ya no estaba ni el pantalón ni el cinto, pero pregunté en caja y me lo habían recogido. Si hubiera sido la cartera, como decía Heli, me da que no hubiera aparecido. Uno que tiene suerte.
No sé que ha podido pasar pero han quitado varios mensajes mios y otros de Heli relacionados todos ellos con mi aventura en un centro comercial, que no digo su nombre pues pienso que la razón de eliminarlos es la publicidad del citado centro.
Voy a repetir la aventura a ver que pasa.
COSAS QUE (ME) PASAN:
La tarde del pasado sábado fui al centro de oportunidades del Corte Inglés de Vista Alegre con la idea de comprar un pantalón vaquero, y como era fin de semana y época de rebajas estaba hasta los topes de gente. Después de revolver y mirar un montón de pantalones, encontré uno que me gustaba, y además me quedaba muy bien, así que me fui todo contento a pagarlo, pero había una cola de aquí te espero y yo no podía esperar tanto, ya que tenía una merienda en casa y se me echaba el tiempo encima. Así que me dije, “voy a esconderlo en algún sitio que no lo vea nadie hasta el martes que vuelva”, pues el lunes tenía que trabajar. Fui a la sección donde están colgados los trajes, y escogí una chaqueta tipo esmoquin, de un color fusia oscuro más fea que un demonio, y me pareció la percha apropiada para colgar el pantalón debajo de aquella chaqueta. Me disponía a marchar cuando me encontré a Sari y a Santi, y se me abrió un ojo como un lagarto, pensando que si ellos compraban algo, yo les daba el pantalón y ya pescudariamos cuando me lo devolvían, pero ellos tampoco estaban dispuestos a guardar la larga cola que había. Así que les conté lo que había hecho y me marché para Morales confiando en que nadie se probaría aquella chaqueta, y mi pantalón me esperaría allí escondidico.
Y hoy martes, mejor dicho ayer martes por la mañana, me presenté en el Corte Inglés, cogí un carrito manual, y nada más entrar me encontré a Mª Luz, a la que le conté lo que iba hacer, pero me dijo que no confiara en encontrarlo, pues la gente revuelve mucho y despues las dependientas lo recolocan todo, “y vete tú a ver ahora donde está el pantalón”. Me encaminé a la sección de los trajes, cogi la percha de la chaqueta fusia y allí estaba agazapado mi pantalón, que lo eché para el carrito y lo dejé al lado de una colunna, y me puse a rebuscar más pantalones. Me gustó uno de pana, así que lo apañé y cuando me disponía a echarlo para el carrito, éste había desaparecido con mi pantalón vaquero incluido. Me puse a buscar por todos los sitios, fijandome en la gente que llevaba carritos, pero ninguno portaba mi pantalón. ¡Vaya disgusto! Le pregunté a una dependienta por si alguna de ellas lo hubiera recogido, pero me dijo que lo más probable era que alguien, necesitado de un carrito, lo hubiera cogido y el pantalón lo dejase abandonado en cualquier lugar. Así que me puse a buscar por todo el Corte Inglés al pobre pantalón, que seguramente estaría muy triste pensando en su amo, que no tuvo la suerte de encontrarlo.
Totalmente resignado, me encaminé con el otro pantalón, el de pana, a los probadores. Entré en uno y me lo puse, pero me quedaba un pelín grande, así que quité el cinto de mi pantalon y lo puse en el de pana, para ver si me encontraba más a gusto, pero no terminó de convencerme y fui a mirar más pantalones. Cogí otro vaquero, parecido al perdido, aunque con un color que no me gustaba del todo. No obstante me lo fui a probar y al entrar en otro probador me quedé perplejo, al ver colgado de una percha al “hijo pródigo”. Allí estaba mi pantalón vaquero, ¡que alegria! Lo apañé, fui a la caja y pagué los 16 euros que costaba, de los 55 que marcaba la etiqueta, “vaya ganga”. Marché para Morales todo contento, y cuando bajé del coche noté algo raro, el pantalón me que daba un poco flojo…! Ay Dios mio! Que me olvidé el cinto en el pantalón de pana.
La tarde del pasado sábado fui al centro de oportunidades del Corte Inglés de Vista Alegre con la idea de comprar un pantalón vaquero, y como era fin de semana y época de rebajas estaba hasta los topes de gente. Después de revolver y mirar un montón de pantalones, encontré uno que me gustaba, y además me quedaba muy bien, así que me fui todo contento a pagarlo, pero había una cola de aquí te espero y yo no podía esperar tanto, ya que tenía una merienda en casa y se me echaba el tiempo encima. Así que me dije, “voy a esconderlo en algún sitio que no lo vea nadie hasta el martes que vuelva”, pues el lunes tenía que trabajar. Fui a la sección donde están colgados los trajes, y escogí una chaqueta tipo esmoquin, de un color fusia oscuro más fea que un demonio, y me pareció la percha apropiada para colgar el pantalón debajo de aquella chaqueta. Me disponía a marchar cuando me encontré a Sari y a Santi, y se me abrió un ojo como un lagarto, pensando que si ellos compraban algo, yo les daba el pantalón y ya pescudariamos cuando me lo devolvían, pero ellos tampoco estaban dispuestos a guardar la larga cola que había. Así que les conté lo que había hecho y me marché para Morales confiando en que nadie se probaría aquella chaqueta, y mi pantalón me esperaría allí escondidico.
Y hoy martes, mejor dicho ayer martes por la mañana, me presenté en el Corte Inglés, cogí un carrito manual, y nada más entrar me encontré a Mª Luz, a la que le conté lo que iba hacer, pero me dijo que no confiara en encontrarlo, pues la gente revuelve mucho y despues las dependientas lo recolocan todo, “y vete tú a ver ahora donde está el pantalón”. Me encaminé a la sección de los trajes, cogi la percha de la chaqueta fusia y allí estaba agazapado mi pantalón, que lo eché para el carrito y lo dejé al lado de una colunna, y me puse a rebuscar más pantalones. Me gustó uno de pana, así que lo apañé y cuando me disponía a echarlo para el carrito, éste había desaparecido con mi pantalón vaquero incluido. Me puse a buscar por todos los sitios, fijandome en la gente que llevaba carritos, pero ninguno portaba mi pantalón. ¡Vaya disgusto! Le pregunté a una dependienta por si alguna de ellas lo hubiera recogido, pero me dijo que lo más probable era que alguien, necesitado de un carrito, lo hubiera cogido y el pantalón lo dejase abandonado en cualquier lugar. Así que me puse a buscar por todo el Corte Inglés al pobre pantalón, que seguramente estaría muy triste pensando en su amo, que no tuvo la suerte de encontrarlo.
Totalmente resignado, me encaminé con el otro pantalón, el de pana, a los probadores. Entré en uno y me lo puse, pero me quedaba un pelín grande, así que quité el cinto de mi pantalon y lo puse en el de pana, para ver si me encontraba más a gusto, pero no terminó de convencerme y fui a mirar más pantalones. Cogí otro vaquero, parecido al perdido, aunque con un color que no me gustaba del todo. No obstante me lo fui a probar y al entrar en otro probador me quedé perplejo, al ver colgado de una percha al “hijo pródigo”. Allí estaba mi pantalón vaquero, ¡que alegria! Lo apañé, fui a la caja y pagué los 16 euros que costaba, de los 55 que marcaba la etiqueta, “vaya ganga”. Marché para Morales todo contento, y cuando bajé del coche noté algo raro, el pantalón me que daba un poco flojo…! Ay Dios mio! Que me olvidé el cinto en el pantalón de pana.