MALVA: Bonita historia Heli. A Eugenio y a Aurelia si que...

Para refrescar el cuerpo daremos un paseo, para la memoria ahí alguno de los mensajes antiguos:

CRÓNICAS DE UN PUEBLO
Llevo con ganas de relatar las andanzas de Eugenio, El Chocolatero, por Toro, donde iba con frecuencia a hacer algún recao y a tomarse unos vinitos, por su sitio. Estaba esperando, por si Miguel se acordara de un sucedido que nos contó una vez y que se nos olvidó, precisamente por no escribirlo entonces, como hacemos ahora, pero como no se acuerdan ni él, ni su madre del epitafio de un kiki fallecido, pues lo cuento a mi manera y, por lo menos, que descanse en paz, el pobre animal.
Se ve que le quedaba cerca la parada del coche línea, así que uno de los primeros sitios que visitaba era el bar “Reyes Católicos” de Joaquín. Allí dejaba, con cuidado y metida en un saco, una garrafica de plástico, para no andar cargando con ella y que luego llenaba de vino, a granel, a la vuelta de los recaos.
-Aquí te la dejo, chacho.
-Bueno, déjala donde quieras, le decía Joaquín.
- ¡Que no hace nada!, advertía Eugenio, en voz alta para prevenir a la clientela.
-A ver si...
- ¡Nada, tú tranquilo que no hace nada, de verdad!. ¡Si es mu buena!, insistía en tranquilizar tanto a Joaquín como a algún cliente al que ya le empezaban a meter los perros en el cazadero.
Aunque no viene al caso, por ser otros los protagonistas de la crónica de hoy, me parece digno de recordar lo que disfrutaban, con un vinico y un pinchico de callos, mi tío Emilio, mi tío Nino y mi padre, haciendo recaos por Toro. ¡Daba gusto verlos!. Así que, no sería menos lo que disfrutaba Eugenio.
Por menos de nada, entre en ca’l Sordo y la bodega de “El ojo la borrega” te encontrabas con un fregao de narices. Desde el incendio del bar “El Arco del Reloj”, que se quemó a pesar de que ya le habían meado (dos anónimos de Malva) en la cocina y de que Fede, el Rácano, pedía a los bomberos ¡más presión!, desde lo alto de la Torre del Reloj, pasando por la bodeguilla donde una vez oímos, Félix la Burra y yo, a un toresano que insultaba a otro, de mala manera: ¡Quematudas!, le decía. Hasta los vinos de “La cueva” y las raciones de callos del sex-shop..., digo de “El ojo la borrega”.
Volviendo a Eugenio, su paradero venía a ser un mesón que hay junto a la gasolinera de Capuchinos, “El extremeño”, dicho sea de paso. Allí nos presentó, a Miguel y a mí, a un amigo suyo, con el que se había hecho, tomando vinos por la zona: Don Ladino Majo Majo.
Con ese nombre, no esperábamos que viniera en una carroza tirada por cuatro briosos corceles, pero tampoco que lo hiciera en un “cochino” (así llaman en Cáceres a los coches chiquininos), de esos que no necesitan carnet, y que le quedaba más ajustao que un traje a medida. No se podía montar en él hasta que tuviera la faria a medio fumar, porque si no se la pillaba al cerrar la puerta. Tampoco podía llevarla flácida en la boca, porque le pegaba en el volante, ni llevarla fuera del coche, porque se la fumaba el aire. Las caladas que diera en el coche tampoco podían ser muy intensas por si le saltaban los cristales de la fogacha. Cuando, por fin, conseguía apearse, se palpaba, no se le hubiera caído la cartera, y le salía un humo de la ropa como si no “tirara” bien. Un auténtico personaje, de familia linajuda, tan chulo como sus apellidos indican, que sólo podía salir de la lámpara de algún (Eu) genio.
Enterado, Ladino, de que Eugenio y Aurelia tenían una kika en edad de merecer y con el fin de gallarla, les concedió la gracia de cederles un par de kikis que tenía desocupados en su granja a condición de que, al acabar la juerga, uno de los kikis volviera a su granja en Toro. Como no podía ser menos, los kikis terminaron a hostias por la kika y, uno de ellos, acabó sus días en la reyerta. El tal Ladino debía ser un negociante de cuidado porque se las arregló, tan ladinamente como su nombre nos permita redundar, para que el kiki cedido a Aurelia fuera el muerto y el vivo volviera, con él, a Toro.

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Bonita historia Heli. A Eugenio y a Aurelia si que lo he conocido y he estado en su casa varias veces cuando era pequeña. Recuerdo que era una casa grande con un recibidor enorme, que recuerdos.....
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Esa casa sigue igual que cuando la conociste. Yo he vivido allí siempre pues me crie con mis abuelos maternos que eran sus dueños. Te he mandado un correo que espero te aclare algunas cosas, pero no todas la que quisieras. Un saludo.