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MALVA: Réplica de FACEBOOK....

Réplica de FACEBOOK.

José María García Mateos
Hace 2 minutos

Crónicas de una letra minúscula.

21. - A espigar para las” gallinicas”.

Ya atendidos los patos y atendidos los conejos, no abandonaremos las “gallinicas”, rara era la casa que no tuviera gallinas, yo solo recuerdo ahora, la casa de los maestros D. Carlos, que vivía encima del salón de baile, D. Pepe y Dña. Blanca en las escuelas, la del médico, la del practicante y la del cura. Posiblemente hubiera alguien más, pero no lo recuerdo.

Para las gallinas, a parte de coger hierba en primavera, que la arrancábamos con las manos, en las eras y alrededores, solíamos salir en pleno verano a espigar de madrugada, o eso pretendíamos, le decíamos a nuestras madres, llámame mañana a las seis, que voy a ir a espigar, y claro que te llamaba, pero no a las seis, siempre un par de horas más tarde. Se trataba de ir por los caminos y carreteras por donde los carros volvían de acarrear cargados de bálago, las carreteras eran de piedra, no había llegado el asfalto, y los caminos de tierra, formados por las propias roderas de los carros y las herraduras de las bestias. Bueno de tierra es un decir, en esta época del verano eran de puro polvo, como hechos de harina color tierra. Y claro del traqueteo de las ruedas al moverse los carros, caían algunas espigas al suelo.

Nosotros sólo cogíamos las espigas con su larga paja, de una en una, poco a poco haciendo una manada, de forma que quedaban todas las espigas juntas por encima de nuestra mano y los rabos de la paja por debajo. A veces según íbamos caminando, a lo lejos veíamos, lo que llamábamos una gavilla, que era un montón de espigas que por algún bache mayor que otro, se había caído del carro, salíamos disparados, como si hubiéramos visto una paloma. Y la limpiábamos en pocos segundos.
Cuando nos cruzábamos con un carro, al pasar éste, ya procurabas ponerte en la parte del camino de forma que no te vieran los que llevaban el carro, para pegarle un tirón a las espigas, si te veían te amenazaban con la tralla, pero no pasaba la cosa de la amenaza.
Los que llevaban el carro, solían ir unos encima de la mies, allá “arribota” y otro, el que lo dirigía andando delante de las mulas o subido en una de ellas.
Hecha una buena manada, volvíamos para casa todo orgullosos y antes de echársela a las gallinas se la enseñabas a tu madre, más contento que unas castañuelas.

Muchos recordareis el último carro de Malva en estas lizas, fue el de Paulino y su hermana Sagrario ya desaparecidos.

También había otra forma de espigar, a los que llamábamos “los espigadores”, eran personas mayores, que bien por necesidad o por avatares de la vida salían a las tierras con una espigadera de saco o tela de costal colgada al hombro, solo recogían la cabeza de la espiga, sin la caña de paja y a la espigadera. Lo hacían dentro de las tierras de cultivo después de recogida la mies.
Lo que para nosotros solo era una diversión, para éstos era una obligación.

Se me olvidaba, y después de espigar, a almorzar, un buen par de huevos fritos con patatas fritas, sal, pimentón y el chorrito de aceite hirviendo por encima. Y si encima le arrimabas unos buenos torreznillos de esos de cuero crujiente, pues mucho mejor.

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. - Mi abuelo Demetrio "Éste no sabe ni a tocino, aunque lo unten" (Penélope).

Los vaqueros que había en el fuerte apache del cuchitril de Pedro, el nieto de Don Leonides el boticario de Malva, se compraban casi siempre en una pequeña tienda de Zamora, en La Peseta.

“Que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”
Albert Einstein.

Salud.