Otra historia, esta vez con el Duero como protagonista, es la leyenda de San Atilano, obispo de Zamora. Afligido por la penuria que atravesaba la ciudad, por la peste y las incursiones de Almanzor, decidió peregrinar a Tierra Santa para enmendar lo que pensaba era un castigo divino. Al cruzar el río se percató de que portaba el anillo de obispo y lo arrojó al Duero, decidiendo que el día que lo recuperase podría regresar para ser de nuevo el obispo de la ciudad. Durante años vivió de limosnas, hasta que un día soñó que podía volver. Cerca ya de Zamora, en un hospedaje cercano a la ciudad, le ofrecieron un barbo para reponer fuerzas y descubrió en su interior el anillo que un día arrojara al río