MALVA: CRÓNICAS DE UN PUEBLO...

CRÓNICAS DE UN PUEBLO

Un Jueves Santo, en Zamora, creo recordar que en un bar cerca del Alfres, el de los morunos, estábamos cinco o seis de los matrimonios habituales del pueblo, tomando los vinos correspondientes a una tarde como esa. Me refiero, según conocéis todos menos Iam, Felipe y quizá Quita, (quedáis invitados a disfrutarlos con nosotros), a esos vinos que tomamos entre montones de gente, en los bares llenos de cofrades con cruces y todo, sin prisa porque no te pueden atender antes y con un barullo tremendo por donde quiera que vayas.
Como Pon estaba solo, porque su mujer aquel año no había ido a Zamora, le debió de dar un volupto de melancolía y más en aquella época en que casi nadie tenía móvil. La echaba tanto de menos que cuando entramos en un bar con teléfono público, no pudo resistir la llamada del amor, y metió las monedas necesarias para expresar el que sentía, y alguna más para el que esperaba recibir.
Tras los primeros requiebros cariñosos, Pon cayó en la cuenta de lo difícil que le resultaría no solo ser correspondido sino, además, escucharlo, porque era más grande el ruido que había en el bar que la fuerza con que ambos podían expresar el cariño que se tenían.
Así que, agarrado al teléfono, con gesto resignado por el convencimiento de no ser atendida su súplica, pidió al respetable:
- ¡A ver, un momento!
Inmediatamente, la incauta de la camarera, que estaba justo detrás de mí, repasando la vitrina con la bayeta, no pudo por menos que soltar:
- ¡Si, hooombre!.

MORALEJA:
La razón se nubla ante el prodigio del amor.