Mira que cuando éramos unos chavales no temblábamos, entrábamos al pajar a encalcar cuando estaban metiendo la paja, menuda polvorera se preparaba. No sé cómo no nos ahogábamos alguno.
Es que de jóvenes no se nos ponía nada por delante, lo que nos gustaba, lo hacíamos y punto, no nos planteabamos si había polvo, si nos picaba... Ahora nos hemos vuelto un poco más delicados.