Y el cabreo que cogio Gumer por poner el bar.
Recuerdo que mi madre me vistió para la ocasión con ropajes que tenía en el baul de mis abuelos. El chaleco me quedaba pequeño y casi ni respiraba. Y me puso una visera de terciopelo. Vamos que parecía de los carnavales de Venecia con tanta suntuosidad.