En 1251 se lo entregó la Virgen del Carmen a San Simón Stock, General de los Carmelitas, en Aylesford, Londres, con la promesa más grandiosa de la historia de la cristiandad: "quien muera con el escapulario no padecerá el fuego eterno", ¡irá al Cielo!,
... No se puede ofrecer más por hacer menos, ¡son cariños de una Madre.
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