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MUELAS DE LOS CABALLEROS: Bien, pues ese bello paisaje, simbolizado en el roble...

Bien, pues ese bello paisaje, simbolizado en el roble y en el lobo, es el paisaje de nuestra vida. En él tenemos las risas y los llantos, las esperanzas y los miedos. En él está el amor y las pasiones, el trabajo, los sueños, los difuntos. En él sufrimos la guerra, el hambre, la emigración... Pero no vendimos la casa. ¿Por qué? Porque en el fondo esperábamos la vuelta, porque el paisaje de la niñez es el paisaje del corazón, porque el roble y el lobo, como raíces permanentes de nuestra zarandeada forma de vida, nos siguen atando a las aldabas de la puerta, ésas que se amarran a la esencia y a los muros de tiempo y de granito.

¿Dejaremos profanar ese paisaje por los estragos de una instalación eólica gigantesca en la que, "ad maiorem Dei gloriam", son otros los que se llevarán el beneficio?¿Y lo haremos ahora, cuando ya tenemos cubiertas las necesidades fundamentales?¿De verdad permitiremos que se estrellen los pájaros contra esas aspas metálicas? ¿Permitiremos ese atentado criminal contra los robles? Y nosotros, ¿huiremos finalmente por los obligados derrumbaderos del lobo?

Mariano Estrada, 20-11-2000.