Leía hace unos días que un anuncio de Calvin Klein de enormes dimensiones, en Nueva York, había ocasionado un cierto escándalo. En él, se ve a tres chicos y una chica, todos con el torso descubierto –también con cara de imbéciles, todo sea dicho de paso– y posturas y gestos de tono altamente erótico, por no decir sexual. De este tipo de cosas, hemos visto y oído muchas y siempre se produce un fenómeno parecido. Tras la provocación viene una reacción de sentirse escandalizado, a la que sigue una nueva provocación que da un paso más en la misma línea y los aspavientos subsiguientes van siendo cada vez menores.
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