TESTIGOS
Me lo contaron los álamos
y los olmos del camino,
una mañana de sol
de aquel Enero tan frío.
Que el caño bajó el murmullo
de sus cantarinas aguas,
y oyó decirte decir:
te quiero con toda mi alma.
Y en la laguna del Cristo
llorabas enamorada,
y en el sombrío plantío
allí secaste tus lágrimas.
Y en aquellos terraplenes
de carretera empedrada,
el día que corrí las cintas
en una potra alazana.
Te regalaré dos cintas,
te dije aquella mañana,
una roja, de mi pasión encendida
la blanca por ser tu pureza intacta.
Y la tarde se llegó
con premonición exacta
y cogí la cinta roja
y cogí la cinta blanca.
Las puse entre tus manos,
te pusiste colorada,
todos los allí presentes
fueron únicos testigos
de la entrega de mi alma.
Y las llevaste al baile
y vi como las lucías,
y los mozos te miraban,
como sagradas reliquias
de tu pecho iban colgadas.
Y en los paseos al caño
con el cántaro del agua
y la cesta de la ropa,
los besos yo te robaba.
Y me sabían a miel
que en mi corazón guardaba,
tu cántaro en una mano
y en la otra,
cesta de ropa blanca.
Indefensa, con tus manos ocupadas
los besos se prolongaban
y en tus mejillas rubor,
porque vergüenza te daban.
Y en los paseos de novios
siempre había luna clara
porque al toque de oración
tenías que estar en casa.
Nunca vimos las estrellas,
juntos, desde tu ventana
y todas estas carencias
se suplían con "te quiero" de palabra.
¡Ay olmo y álamo del camino
caño de la cantarina agua,
ay laguna y ay plantío
terraplén potra alazana!.
¡Ay entrega de la tarde
de las cintas roja y blanca,
ay testigos que allí vieron
que te entregaba mi alma!.
¡Ay que al baile las llevaste
como reliquia sagrada,
ay los paseos al caño,
con cántaro y cesta de ropa blanca
ay besos que te robé,
ay vergüenza enmascarada!.
¡Ay toque de la oración,
ay siempre la luna clara,
ay estrellas que no vimos,
ay "te quiero" de palabra!.
Mira si tengo testigos
de este amor, de estas nostalgias,
que hasta que sendos anillos
en nuestros dedos entraban.
Hasta entonces,
llevábamos muy limpia el alma.
Me lo contaron los álamos
y los olmos del camino,
una mañana de sol
de aquel Enero tan frío.
Que el caño bajó el murmullo
de sus cantarinas aguas,
y oyó decirte decir:
te quiero con toda mi alma.
Y en la laguna del Cristo
llorabas enamorada,
y en el sombrío plantío
allí secaste tus lágrimas.
Y en aquellos terraplenes
de carretera empedrada,
el día que corrí las cintas
en una potra alazana.
Te regalaré dos cintas,
te dije aquella mañana,
una roja, de mi pasión encendida
la blanca por ser tu pureza intacta.
Y la tarde se llegó
con premonición exacta
y cogí la cinta roja
y cogí la cinta blanca.
Las puse entre tus manos,
te pusiste colorada,
todos los allí presentes
fueron únicos testigos
de la entrega de mi alma.
Y las llevaste al baile
y vi como las lucías,
y los mozos te miraban,
como sagradas reliquias
de tu pecho iban colgadas.
Y en los paseos al caño
con el cántaro del agua
y la cesta de la ropa,
los besos yo te robaba.
Y me sabían a miel
que en mi corazón guardaba,
tu cántaro en una mano
y en la otra,
cesta de ropa blanca.
Indefensa, con tus manos ocupadas
los besos se prolongaban
y en tus mejillas rubor,
porque vergüenza te daban.
Y en los paseos de novios
siempre había luna clara
porque al toque de oración
tenías que estar en casa.
Nunca vimos las estrellas,
juntos, desde tu ventana
y todas estas carencias
se suplían con "te quiero" de palabra.
¡Ay olmo y álamo del camino
caño de la cantarina agua,
ay laguna y ay plantío
terraplén potra alazana!.
¡Ay entrega de la tarde
de las cintas roja y blanca,
ay testigos que allí vieron
que te entregaba mi alma!.
¡Ay que al baile las llevaste
como reliquia sagrada,
ay los paseos al caño,
con cántaro y cesta de ropa blanca
ay besos que te robé,
ay vergüenza enmascarada!.
¡Ay toque de la oración,
ay siempre la luna clara,
ay estrellas que no vimos,
ay "te quiero" de palabra!.
Mira si tengo testigos
de este amor, de estas nostalgias,
que hasta que sendos anillos
en nuestros dedos entraban.
Hasta entonces,
llevábamos muy limpia el alma.