Hoy, dos de febrero, se cumple la cuarentena de la Virgen después de haber dado a luz a su Hijo y así verse purificada, ya que durante ese periodo de tiempo, según la ley mosaica (Moisés) no podía tocar ni pisar cualquier cosa sagrada. Por esto lo de la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora.
Las mujeres a los cuarenta días de haber parido al primogénito estaban obligadas a presentarlo en el templo de Jerusalén, pues todos los primogénitos, según dicha ley, como todos los primeros frutos, son sagrados y debidos a Dios. Al mismo tiempo tenían que presentar ante el sacerdote “un cordero primal en holocausto y una tórtola o pichón en sacrificio por el pecado” (impureza). “Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado”. Por esto otro lo de la fiesta de la Presentación del Señor.
Se celebra pues la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, de la Presentación del Señor, o conocida más popularmente como las Candelas o la Candelaria. Estos últimos términos proceden de “candela” que, por una parte hacen alusión al fuego como elemento purificador y por otra se refieren simbólicamente a la luz que se presenta en el templo, al Señor. De ahí que las velas estén presentes en el ritual litúrgico que se representa a modo de auto sacramental. Como curiosidad decir que, en la zona de la Ribera del Duero, durante la procesión de este día, la Virgen lleva una vela encendida en sus manos, si no se apaga la vela durante el recorrido entienden que habrá buena cosecha, y lo contrario.
Según unos autores, fue en el año 541 de nuestra era, cuando el emperador Justiniano estableció en febrero la fiesta cristiana de la Candelaria. Según otros, fue el Papa Gelasio I en el año 496 el que sustituyó la fiesta pagana que celebraban los romanos de la “Lupercalia”, muy arraigada, por esta de La Purificación de María.
Sea como fuere, lo cierto es que febrero es el mes de las purificaciones. Lo lleva hasta en su nombre. Procede del latín “februarius” y este de “februa”, refiriéndose a unas tiras de piel de macho cabrío. En las mencionadas fiestas Lupercales, se utilizaban estas correas por parte de los jóvenes para “purificar” a las mujeres y con carácter propiciatorio de la fertilidad.
En Prado los organizadores del ritual religioso de la Presentación del Señor son los mayordomos de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. En el templo se realiza una sencilla procesión de la Virgen que se acerca al sacerdote que espera en el altar y le presenta a su primogénito, al tiempo que le ofrece una vela (candela), un par de pichones y un bollo. Durante toda la representación se interpreta una canción que hace alusión a todo lo que se está realizando.
Las mujeres a los cuarenta días de haber parido al primogénito estaban obligadas a presentarlo en el templo de Jerusalén, pues todos los primogénitos, según dicha ley, como todos los primeros frutos, son sagrados y debidos a Dios. Al mismo tiempo tenían que presentar ante el sacerdote “un cordero primal en holocausto y una tórtola o pichón en sacrificio por el pecado” (impureza). “Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado”. Por esto otro lo de la fiesta de la Presentación del Señor.
Se celebra pues la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, de la Presentación del Señor, o conocida más popularmente como las Candelas o la Candelaria. Estos últimos términos proceden de “candela” que, por una parte hacen alusión al fuego como elemento purificador y por otra se refieren simbólicamente a la luz que se presenta en el templo, al Señor. De ahí que las velas estén presentes en el ritual litúrgico que se representa a modo de auto sacramental. Como curiosidad decir que, en la zona de la Ribera del Duero, durante la procesión de este día, la Virgen lleva una vela encendida en sus manos, si no se apaga la vela durante el recorrido entienden que habrá buena cosecha, y lo contrario.
Según unos autores, fue en el año 541 de nuestra era, cuando el emperador Justiniano estableció en febrero la fiesta cristiana de la Candelaria. Según otros, fue el Papa Gelasio I en el año 496 el que sustituyó la fiesta pagana que celebraban los romanos de la “Lupercalia”, muy arraigada, por esta de La Purificación de María.
Sea como fuere, lo cierto es que febrero es el mes de las purificaciones. Lo lleva hasta en su nombre. Procede del latín “februarius” y este de “februa”, refiriéndose a unas tiras de piel de macho cabrío. En las mencionadas fiestas Lupercales, se utilizaban estas correas por parte de los jóvenes para “purificar” a las mujeres y con carácter propiciatorio de la fertilidad.
En Prado los organizadores del ritual religioso de la Presentación del Señor son los mayordomos de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. En el templo se realiza una sencilla procesión de la Virgen que se acerca al sacerdote que espera en el altar y le presenta a su primogénito, al tiempo que le ofrece una vela (candela), un par de pichones y un bollo. Durante toda la representación se interpreta una canción que hace alusión a todo lo que se está realizando.