HISTORIA DE LA BODEGA
La bodega en ruinas que se observa en la foto, la recuerdo desde mi niñez. Era propiedad del señor Agustín Bermejo, el carpintero que llamábamos.
Está situada en la ladera Noroeste del “Teso de la Horca”; encontrándose en su parte más alta, dirección Sur, y a pocos metros de distancia del nuevo depósito del agua del pueblo. Limita con fincas de la Masa Común del pueblo, y por el Oeste con finca propiedad de Honorio Pastrían.
La entrada la tiene por el camino que sube desde la carretera hacia el Teso la Horca, haciendo cabecera con el pago de Las Campanarias. Desde este lugar se divisa la mayor parte de la zona urbana del pueblo y todo el valle dirección Noroeste. ¡Una de las mejores vistas de la localidad y su valle!
Muchas veces, siendo unos chavalillos; al pasar por la senda apañábamos castañas, de los árboles que se ven al lado, en la misma foto; generalmente de las que iban cayendo al suelo, cuando ya estaban maduras.
Alguna vez a mí y a otros amigos, nos costó dar una buena carrera para que el dueño no nos pillara, ya que las vigilaba muy a menudo.
Con el tiempo pasó a ser propiedad de un tío mío, Victorino Palacios Casado; que estaba casado con Rosa Bermejo, una hija de dicho señor.
Como consecuencia de que mis tíos, se ausentaron a residir a Zamora, vendieron sus propiedades y mis padres, compraron la bodega, motivo por el cual conozco más la misma.
Debido a las inclemencias del tiempo, en evitación de que se cayese, mis padres fueron reparando la bodega en distintas ocasiones. La frontera de la misma recuerdo levantarla varias veces, porque se caía al estar hecha de adobes y barro; incluso el callejón de bajada, tuvimos que renovarle en alguna ocasión los troncos gruesos de encina que sujetaban la tierra en la parte superior.
Cuantas veces asábamos el rico chorizo casero, en la fogata que se hacia en el interior; y con unos vasos de vino de cosecha, pasábamos el tiempo, cuando éramos unos mozalbetes.
Al fallecer mis padres, a finales del año 1.975, pasó a mi propiedad en herencia.
Los primeros años la cuidé, e intenté mejorarla. A pico y pala hice una pequeña explanada en uno de los lados de la entrada, y allí en mis vacaciones, nos reuníamos en familia o con amigos, y merendábamos a la sombra de uno de los castaños; o en su interior si el tiempo no lo permitía.
En varias ocasiones que coincidimos con el padre Isidro Martín, también de vacaciones; y subía dando su paseo habitual por la senda, se reunía con nosotros y nos contaba alguna de las andanzas que él y mi padre, -muy amigos, por cierto-, habían hecho o sufrido en su juventud. Era un señor inolvidable, lo tengo y lo tendré siempre en el recuerdo. Sus homilías en la misa, los días festivos; durante sus vacaciones, siempre me encantaban. También me animaba a seguir cuidando el lugar y disfrutarlo.
Debido a mis cortas permanencias en el pueblo, unido a la distancia y edad; fue deteriorándose de tal manera, que al final se fueron derrumbando; la puerta, el callejón y uno de los zarceros; con peligro de que algo o alguien pudiera caer al interior, sin posibilidad de salir de la misma, sin ayuda del exterior.
Por los motivos indicados anteriormente, en Febrero de 2010, muy a pesar mío, y con mucha añoranza, decidí tirarla y allanar la finca; respetando los castaños.
En su interior, quedan los recuerdos: Las vasijas del vino, la mesa, jarras y vasos, la prensa y otros enseres relacionados con la elaboración del vino.
En tiempos futuros, si algún día alguien realiza algún tipo de obra en el lugar, se puede encontrar con sorpresas, como ahora ocurre en muchos lugares antiquísimos, al hacer excavaciones subterráneas.
En definitiva es otra de las muchas bodegas que han sucumbido en el pueblo, debido al abandono de sus dueños; al emigrar hacia otros lugares, en busca de mejores condiciones de vida para la familia.
Arturo G. P.
La bodega en ruinas que se observa en la foto, la recuerdo desde mi niñez. Era propiedad del señor Agustín Bermejo, el carpintero que llamábamos.
Está situada en la ladera Noroeste del “Teso de la Horca”; encontrándose en su parte más alta, dirección Sur, y a pocos metros de distancia del nuevo depósito del agua del pueblo. Limita con fincas de la Masa Común del pueblo, y por el Oeste con finca propiedad de Honorio Pastrían.
La entrada la tiene por el camino que sube desde la carretera hacia el Teso la Horca, haciendo cabecera con el pago de Las Campanarias. Desde este lugar se divisa la mayor parte de la zona urbana del pueblo y todo el valle dirección Noroeste. ¡Una de las mejores vistas de la localidad y su valle!
Muchas veces, siendo unos chavalillos; al pasar por la senda apañábamos castañas, de los árboles que se ven al lado, en la misma foto; generalmente de las que iban cayendo al suelo, cuando ya estaban maduras.
Alguna vez a mí y a otros amigos, nos costó dar una buena carrera para que el dueño no nos pillara, ya que las vigilaba muy a menudo.
Con el tiempo pasó a ser propiedad de un tío mío, Victorino Palacios Casado; que estaba casado con Rosa Bermejo, una hija de dicho señor.
Como consecuencia de que mis tíos, se ausentaron a residir a Zamora, vendieron sus propiedades y mis padres, compraron la bodega, motivo por el cual conozco más la misma.
Debido a las inclemencias del tiempo, en evitación de que se cayese, mis padres fueron reparando la bodega en distintas ocasiones. La frontera de la misma recuerdo levantarla varias veces, porque se caía al estar hecha de adobes y barro; incluso el callejón de bajada, tuvimos que renovarle en alguna ocasión los troncos gruesos de encina que sujetaban la tierra en la parte superior.
Cuantas veces asábamos el rico chorizo casero, en la fogata que se hacia en el interior; y con unos vasos de vino de cosecha, pasábamos el tiempo, cuando éramos unos mozalbetes.
Al fallecer mis padres, a finales del año 1.975, pasó a mi propiedad en herencia.
Los primeros años la cuidé, e intenté mejorarla. A pico y pala hice una pequeña explanada en uno de los lados de la entrada, y allí en mis vacaciones, nos reuníamos en familia o con amigos, y merendábamos a la sombra de uno de los castaños; o en su interior si el tiempo no lo permitía.
En varias ocasiones que coincidimos con el padre Isidro Martín, también de vacaciones; y subía dando su paseo habitual por la senda, se reunía con nosotros y nos contaba alguna de las andanzas que él y mi padre, -muy amigos, por cierto-, habían hecho o sufrido en su juventud. Era un señor inolvidable, lo tengo y lo tendré siempre en el recuerdo. Sus homilías en la misa, los días festivos; durante sus vacaciones, siempre me encantaban. También me animaba a seguir cuidando el lugar y disfrutarlo.
Debido a mis cortas permanencias en el pueblo, unido a la distancia y edad; fue deteriorándose de tal manera, que al final se fueron derrumbando; la puerta, el callejón y uno de los zarceros; con peligro de que algo o alguien pudiera caer al interior, sin posibilidad de salir de la misma, sin ayuda del exterior.
Por los motivos indicados anteriormente, en Febrero de 2010, muy a pesar mío, y con mucha añoranza, decidí tirarla y allanar la finca; respetando los castaños.
En su interior, quedan los recuerdos: Las vasijas del vino, la mesa, jarras y vasos, la prensa y otros enseres relacionados con la elaboración del vino.
En tiempos futuros, si algún día alguien realiza algún tipo de obra en el lugar, se puede encontrar con sorpresas, como ahora ocurre en muchos lugares antiquísimos, al hacer excavaciones subterráneas.
En definitiva es otra de las muchas bodegas que han sucumbido en el pueblo, debido al abandono de sus dueños; al emigrar hacia otros lugares, en busca de mejores condiciones de vida para la familia.
Arturo G. P.