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QUIRUELAS DE VIDRIALES: "Ellos iban por el puenteee...;nosotros íbamos por...

"Ellos iban por el puenteee...;nosotros íbamos por el agua.Ellos nos tiraban con piedras; nosotros a ellos, puñaos de agua. Ay, qué paliza les dimos: ellos a nosotros".Discrepo de ese simplista que dice "por su vara lo conoceréis"; esto es más bien que una reducción y un retrato unidimensional del maestro, una caricatura.No hablo de oídas, sino de primera mano y como autoridad en la materia. Sin jurar me podréis creer(y el que lo dude que pregunte a Jose, el de Paula la huevera): ¡cuanta leña recibimos, ay, de aquel émulo de Ringo Star! Si parecía que se hubiera pasado la vida vareando aceitunas y no enseñando letras. Mas aunque gran virtuoso de su instrumento, también atrevióse a tocar algún otro, con algo menos de fortuna, que lo vi manejar con destreza el látigo y ¡vive Dios! hasta el revólver Colt de las pelis de Eugenio. Era rápido, muy rápido con el colt y quien lo dude que vuelva a preguntar, esta vez a Placi, el de Juanito, por aquella pistola que le trajo su padre de Alemania y el resultado de aquel "duelo a muerte en el río Chico". Eran otros tiempos, y así como a los padres de hoy se les llena la boca con "mi hijo, mi hijo, a mi hijo que no me lo toquen"; mi madre, cuando entré a la escuela con 6 años hecho un pícaro, le soltó: "usted le dé, le dé"(omito palos por obvio), no sé si para corregir mis travesuras(que el árbol corcovado, de pequeño enderezado) o para que me enseñase con más esmero(quien bien te quiere, te hará llorar) y se esmeró de lo lindo, pero no lloré jamás, que los niños de pueblo rara vez contábamos con el desahogo del llanto(propio de niñas y de gallinas) y cuando con 5 años me operaron de anginas en Benavente, sin anestesia, iba tan contento porque mi madre me engañó diciéndome que el médico me regalaría la cartilla de la escuela(que previamente le había pasado ella).Me advirtió de que mancaba; cuando salí de allí le contesté:"tú dijiste que mancaba, pero esto es más que mancar", pero no lloré y por la tarde, en la cama, ya estaba pidiendo:"yo quiero escabeche, yo quiero escabeche"...En la escuela sólo veíamos llorar a menudo a Pepe, el hijo del veterinario, gran amigo de don Zacarías, y no porque le pegase, simplemente lo llamaba ¡Peeepeee! ¡Peepeee!... E iba poniendo pucheros hasta que rompía a llorar.