A mí entonces en Quiruelas, los tebeos me los regalaba, cada verano, mi primo Manolín de Barcelona, quien como Melquíades en Macondo, nos daba a conocer los "nuevos" inventos. No la brújula o el hielo, que veíamos cada invierno, pero sí la pólvora que nunca explotó (hurtando a su tío azufre y nitrato de las viñas, y dejando caer una piedra desde la terraza de la iglesia sobre la mezcla) o la canción del Carrascal("una vieja seca, seca...") que cantábamos a escondidas.