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QUIRUELAS DE VIDRIALES: "Todo cambia, nada permanece, no es posible bañarse...

"Todo cambia, nada permanece, no es posible bañarse dos veces en el mismo río... " " y nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."
Conviene no olvidar -los más jóvenes o los despistados- que a que. Nos llegó EL PROGRESO hace 4 días ( treinta y pocos años) y hasta entonces estábamos en la Edad de piedra o mejor de los metales (Había 2 fraguas y 2 herreros-herradores (Herraban los machos "a pelo", sin potro)el Sr. Juan el del café y el Sr Nemesio), pero más atrasados que en el imperio romano ( los romanos tenían agua corriente, calefacción, termas y los más pobres fuentes públicas) salvo en ciertos detalles: el invento del "collerón", medieval, con el que el mulo podía desarrollar el doble de tracción y la luz eléctrica: 4 bombillas, bajo un platillo de luz mortecina en las esquinas del pueblo y lo mismo en el interior de las casas, con un solo enchufe incorporado al portalámparas. Recuerdo que hacia el año 70 nos pusieron una especie de farolas de luz muy tenue, pero acostumbrados al candil, a los chicos nos parecían intensísimas y podíamos jugar en la calle de noche. La economía de subsistencia (Hasta que los hijos comenzaron a emigrar al extranjero y se empezó a ver alguna casa de ladrillo moderno de agujeros. Había quizá media docena de ladrillo macizo antiguo, el resto de adobe o sobre todo tapial), aprovechábamos las aceras de cemento contadas para jugar a "los santos" con una zapatilla vieja. Los refranes del tipo "uva a uva llenó la vieja la cuba", "un grano no hace granero, pero ayuda al compañero", "quien ha de ahorrar, por una cerilla a de empezar" eran más que simples dichos, aunque en que. Ya no hubiese hambre en rigor. Por ej. Durante la cosecha se recogían las espigas que caían de los carros por las calles o caminos, para los pollos. Recuerdo vagamente haber calzado CHANCLOS en invierno, de madera hechos por mi padre con unas chapas en la suela, hasta que de. Zacarías el maestro, los prohibió por ruidosos si no se le ponían de goma. Recuerdo que una vez Octavio me habló de una mítica Edad de Oro, de que hubo tiempos mejores, los felices veinte decía, la Belle Epoque, pero eso me sonaba a mí a chino y desvaríos, no lo compredía. Más tarde se encementaron las aceras, las calles, llegó el agua orriente, el pueblo prosperó pero comenzó la sangría de la despoblación.