QUIRUELAS DE VIDRIALES: ¿NUESTRA SEñORA DEL AGAVANZAL? Hubo una vez un campesino...

¿NUESTRA SEñORA DEL AGAVANZAL?

Hubo una vez un campesino muy pobre y piadoso, gran devoto de la Virgen, que frecuentaba la iglesia tanto a rezar el rosario como a cantarle sus siete gozos y acudía a cuantas romerías se celebraban en la comarca. Uno de estos días la Virgen tuvo a bien recompensarle su fervor, haciéndole merced con varias monedas y dos anillos de oro. Regresaba alborozado, más por hacerse digno de la atención de Nuestra Señora que por las dádivas en sí, cuando ya cerca del pueblo se encontró con su hermano, tan pobre como él mas de peor corazón. Le contó lo sucedido y al instante la codicia y envidia se adueñaron de éste, tanto que lo mató para robarle. Quiso ocultar su crimen y cavó un hoyo al borde del camino, bajo un gran agavanzo (rosal silvestre, escaramujo) que allí crecía. Sepultó el cadáver con tierra y, como seguía receloso, colocó sobre la improvisada fosa, con gran esfuerzo, una pesada piedra que halló.
Pasaron los años y una calurosa mañana, por ventura un pastorcico mozo acertó a pasar por el lugar y vínole en gana sentarse a descansar justo sobre ella, a la sombra del agavanzo y de unas altas cañas que habían brotado. Tras almorzar un buen mendrugo de pan y casero queso de oveja bien curado, que en su morral o zurrón traía, y agradecer, con sonoros gorgoritos lanzados al cielo, el chispeante, delicioso y muy luengo chorro de vino vidrialés ordeñado a su bota, que acentuaba la aguja y le había servido de postre; se le ocurrió, sirviéndose de su navaja, hacerse una flauta con una de aquellas cañas. Cuando la hubo terminado quiso probarla al buen tuntún y a lo que saliere; mas de ella no salió otra música sino esta coplita con su letra también:
UN GAITERO ME TOCA Y ME CHIFLA/ QUE MI HERMANO ME MATó. (silencio)/ POR DOS ANILLITOS DE ORO/ QUE LA VIRGEN ME REGALó.
- ¡Válgame Santa María!, exclamó pasmado el zagal. Volvió a tocarla una y otra vez y no se oyó otra melodía. De repente tuvo la idea de remover y voltear la piedra y, al faltarle fuerzas, se ayudó de su cacha o cayado a modo palanca hasta descubrirlo todo. Cuando ya en el pueblo refirió lo acontecido no le creían, pero tocando su flauta de nuevo terminó por convencer a los incrédulos. Y así fue como el criminal acabó prendido por la Justicia.

PD. Nada he añadido de mi cosecha salvo el vino, que por el contexto no iba a ser un reserva riojano, al que supongo que tampoco haría ascos el zagal...(a juzgar por esos largos achuchones estrujando la bota, no poco le gustaba el vino) En lo relativo a la Virgen no iba a ser la Macarena ni la del Pilar... Esto último con reservas, a ciencia cierta no sé cuál obró el milagro. Acudí de niño al taller de hierros y cerrajería del pueblo -por una conferencia telefónica- y me lo relataron, atribuyéndolo a la Virgen de la Encina de Abraveses de Tera, sustituyendo el agavanzo por un sardón y al pastor mozuelo por un arriero con su recua de acémilas, quizá de aquellos maragatos (procedentes de la zona situada al oeste de Astorga) que era fama que cobraban el doble que otros, pero que su palabra era ley: -¡Pierde cuidao!, que el encargo llegaba íntegro a su destino. Así mismo, por esos mismos años, indirectamente, de boca de dos soldados legionarios pertenecientes a la Compañía de nuestro paisano Félix ("Canorio", de feliz memoria) que en un par de ocasiones nos amenizasen las fiestas, escuchamos otra versión. Parece que fueron a La Pueblica (de Valverde) y allí, tras una misa de campaña, el cura se lo narró, pero tampoco había pastorcico ni vino de Vidriales de postre, sino un peregrino o romero forastero con su bordón, que se sentó sobre la piedra fatigado a la sombra de un cerezo y fue tentado por las cerezas. Aseveraba muy tajante el sacerdote que era la Virgen del Carmen de Navianos. Otros dirán que si fue pino, nogal, higuera o zarza... O que si hubo intercesión de la Virgen del Campo de Rosinos. Eso sí, todas las versiones son coincidentes en el estribillo o estrofita de la flauta - ¿con arriero en vez de gaitero?- Y me digo yo que aquí nosotros tenemos a nuestra patrona, Señora de la Asunción, que ociosa no sabe estar (siempre que pueda hacer el bien a los feligreses); y poderes seguro que tampoco le faltan. ¿A qué viene ese vano afán de buscar fuera y desdeñar lo de casa? No obstante, salvo que alguien descubra las cañas, sardón o agavanzo milagrosos, y queden reliquias para repartir, ¿merece la pena disputar sobre esto? " El fito".