Ofertas de luz y gas

QUIRUELAS DE VIDRIALES: PERSONA NON GRATA (3ª parte y final de G, gorrón ilustre)...

PERSONA NON GRATA (3ª parte y final de G, gorrón ilustre)

(Se prosigue alguna historia acaecida en nuestro pueblo con G, malísima persona. Por otra parte tan de actualidad: un mísero símbolo, pálido reflejo, de tanto politicastro como hoy en día vive a cuerpo de rey, se pega la gran vida, a nuestra costa y sin dar ni golpe).

Era G, como es bien sabido, un tremendo devorador de viandas, terrible; siempre por cuenta ajena, claro, cuando sentía nacer en él de pronto voraz apetito. La palabra escote le daba repelús, era como mentarle la Guardia Civil a un gitano, salvo que se hablase de vestido femenino. Ni anoréxico ni bulímico, sólo que los días de diario aguantaba el hambre, se reprimía algo de comer, no por guardar la línea, no, sino porque se reservaba para el fin de semana gratis en Quiruelas. Si le lanzaban alguna indirecta no se daba por aludido ni se desmoralizaba jamás. En la siguiente ocasión que se terciara ahí estaba él, siempre acechando, al asalto de las cuadrillas de los paisanos de la boina -gorrón por partida doble, pues de los de la gorra se mantenía- y ojo avizor de los más incautos. Un lince a la hora de pillar las mejores tajadas, no las perdía de vista de la perola o parrilla y antes las engullía que paladeaba. "- ¡Aprovecha que asan carne! A la pava, la pava, que rica questaba, bueno estaba el moje, ¡mejor las tajadas! ¡Venga, venga.... que de comer bien a comer mal va un real!" (Y la mejor comida, siempre la que era a expensas de otro).
Al anochecer –"entre dos luces", nos decían, el sol que muere en su ocaso y la luna que llega- o ya entrada la noche, llevaba a rajatabla lo de "a por una voy, dos vengáis, si venís tres no os caigáis", dirigía el tenedor al momio y arreando hacia su rebanada de pan, carolo a poder ser, dejando a los demás a dos velas o a setas al prao del medio. En el bar podía ocurrir que G invitase, pero que se hiciese descaradamente el remolón y otro, quizá por vergüenza, acabase pagando. Sin faltar engañados que salían de allí convencidos de que era G quien había pagado su consumición. ¡Ay, pobres infelices! Amagaba llevando la mano ora al bolsillo, ora a la cartera, pero sin nunca soltar prenda. Con los cigarrillos, siempre estaba intentando dejar de fumar, lo que le servía de pretexto para pedir. Cuando convidaba, muy rara vez, era para que confiasen y sacar después algo de más enjundia, que el que regala bien vende y ya conocéis el otro dicho: "El tabaco de Valderas, dice un cura de Toro: - ¡Este sí que es buen tabaco! El del estanco, ¡es un robo!"
Hasta que llegó un buen día, sábado por la mañana, en que cazaron un ratón, lo metieron en la jarra y le añadieron vino, para la merienda cena de la tarde, por si se presentaba. Sabían que en guiso o asado lo comería sin inmutarse, ya fuese rata, ratón, gato y hasta pollo de pega (urraca), pero que si tenía sed solía beber un gran primer trago a palo seco, aunque no destacase como bebedor. Vaya si se presentó, y le ofrecieron la jarra que le tenían preparada, entreteniéndolo con disimulo. Así me lo contaron: "A M. ya no le cocieron más las berzas (estaba más que harto, no lo pudo sufrir) y dijo: ¡Me cago en su alma, como venga va a ver ese! Traía secaño y echó el tragazo... Creo que se le atalancó el ratón en la golosa. Le preguntamos con segundas: ¿Estás mal a gusto, G? ¿Te pones malo? Tosió una vez y pa´dentro. Y siguió: Nada, nada.... que es que... me he tragao un mosquito".