QUIRUELAS DE VIDRIALES: ¡POR SAN BLAS, LA CIGÜEÑA!...

¡POR SAN BLAS, LA CIGÜEÑA!

Decías, Emilio, que la cigüeña es ave de buen agüero y símbolo de bienvenida. Quizá no todos siempre hayan pensado igual. Me encomiendo a San Blas, que seguro que me ha animado a contarlo. De no ser por él, por el largo tiempo transcurrido y por el deseo de que no se pierda esta historia, que creo digna de ser recordada, no me atrevería a contarla, yo mismo me pondría la censura.

Los que conocimos a D. Pedro sabemos de su avinagrado carácter algo propenso a la ira. Hará cerca de 40 años y era mayor, mas sacaba a relucir aún su mal genio casi a diario, lo mismo en la catequesis que a la hora de rezar el Rosario al atardecer, cuando, en aquellas largas letanías a la Virgen, algunos chicos –distraídos, juguetones o por chinchar- seguíamos diciendo "ruega por nosotros" -ora pro nobis, ora pro nobis- sin venir ya a cuento, nos miraba de soslayo, sacudía la cabeza y nos lanzaba una amenazante mirada. A la siguiente vez no se podía contener, interrumpía el rezo del Rosario y nos soltaba su atronador: " ¡Ya me estáis tocando el violón!" En la catequesis nos hacía sentar en el banquillo a una decena de chicos e iba preguntándonos las oraciones –el Padrenuestro, el Avemaría, la Salve, el Credo, etc- o las preguntas típicas: los Mandamientos, cuáles son los pecados capitales, cuántos son los sacramentos, qué es gracia santificante, cuántas cosas son necesarias para confesarnos bien... Si atinabas y le cantabas de pe a pa la respuesta correcta como un papagayo podías adelantar una posición en el banquillo; si fallabas o no tenías idea retrocedías un lugar. Había tres preguntas cuya respuesta no había que olvidar bajo ningún concepto: ¿quién es Dios?, ¿quién es Jesucristo? y ¿quién es la Virgen María? Pobre del que las fallase; tras una reprimenda le mandaba ponerse el último en el banco, exclamaba ¡ya me estáis tocando el violón! y le cantaba de inmediato D. Pedro la contestación exacta, acompañando cada palabra de muchos gestos y cada acento de un gran zapatazo sobre la tarima que hacía retumbar toda la iglesia.
Con D. Zacarías, el maestro, los seres podían ser cosas, personas (padres e hijos) y animales (paloma, cigüeña...); pero uno y uno eran dos, y uno tres. (Por la cuenta que te traía, no era lo mismo recibir un solo palo que recibir tres). Sin embargo con D. Pedro todo era distinto: el Espíritu Santo era una cosa que podía tener muy bien forma de paloma; pero no era animal, sino una Persona Distinta y además Dios único verdadero. Y junto con el Padre y el Hijo no sumaban tres Dioses, sino uno solo, aunque fueran tres Personas Distintas. Siendo justos con él hay que reconocer que aquel método sería antiguo, pero eficaz, al lograr que memorizásemos todo aquello tan extraño y además sin tocarnos un pelo, nunca vi que pegase a nadie.
Una vez sucedió algo reseñable en nuestro pueblo a finales de los años 40 ó 50, hace más de medio siglo.
Era una plácida mañana de domingo, la cigüeña revoloteaba inquieta sobre el campanario, parecía quererse posar, cuando le vino en gana hacer una necesidad, con tan mala pata y peor fortuna de D. Pedro, que justo a tal tiempo entraba para decir la misa. El caso es que por la ley de la gravedad no creo necesario encarecer como lo puso; tanto a él mismo como a la sotana y casulla que llevaba puestas: lo "entafarró" todo y con más cera aún que los candelabros y las velas de la iglesia. Ardió en cólera nuestro querido párroco al verse así afrentado ante sus feligreses y ordenó, por despecho, a los mozos del pueblo que tirasen al suelo el nido de la cigüeña.
-Mozos, no la perdonéis, no, que esa sabía muy bien lo que hacía. ¡Ay de mí!, no la perdonéis, que es el mismo diablo. ¡Esa venía por mí y me ha puesto como un Santo Cristo!
Obedecieron los mozos y armados con piedras y gruesos palos (latas) lo intentaron y llegaron a derribar parte del nido, pero no lograron plenamente su objetivo. Ahí volvió la burladora cigüeña al poco tiempo para desgracia y frustración de nuestro sacerdote.

P. D. Es indudable que si esto ocurriese ahora no tardarían en venir ecologistas y las cámaras de TV, haciendo tal vez más famosa la espadaña de nuestro pueblo que el campanario de Manganeses de la Polvorosa, que ya es decir, con "el Salto de la cabra" por San Vicente Mártir