QUIRUELAS DE VIDRIALES: LA MAJADA...

LA MAJADA

La majada consistía en abonar con excrementos de oveja las tierras. Antaño, cada labrador tenía unas cuantas ovejas que le servían para criar y dar lana con la que nuestras madres tejían calcetines, jerseys y otras prendas de abrigo. El resto se vendía para hacer las famosas mantas Zamoranas. Entre todos los pequeños ganaderos contrataban un pastor que se cuidaba del rebaño del pueblo. Me acuerdo del nombre de un pastor que hubo en el pueblo que le llamaban “Sandalio”. Durante el día las ovejas pastaban en los campos y tierras y por la noche cuando llegaba el buen tiempo dormían en una tierra para abonarla. Se limitaba la finca con unas vallas de madera llamadas “cancillas” y en ella dormían el pastor a la abrigada de un viejo trillo colocado a modo de refugio, los perros que vigilaban que no se acercaran los lobos y las ovejas que con sus excrementos abonaban la tierra. La majada se iba alternando entre los distintos dueños de las ovejas, de tal manera que cuando una tierra estaba abonada, pasaban a otra. El propietario de la finca, era el encargado de la manutención del pastor. Recuerdo de niño junto con mi hermano niño como yo llevar la cena al pastor con una burra que teníamos muy alta y topina a la tierra donde pernoctaban las ovejas. Había noches oscuras como la boca del lobo donde el miedo nos invadía. Venía a nuestra memoria viejas historias contadas por nuestros mayores de lobos que atravesaban Valdevacas, el Carbajal o la cuesta de Morales. Otras noches con luna llena, de pronto cruzaban ante nosotros corujas, lechuzas y otros bichos, con el consiguiente pánico. Cuando la noche estaba despajada con luna llena, se veía como si fuera de día y eso impedía que la burra tropezara en alguna piedra o rodera del camino y los jinetes saliéramos despedidos por encima de sus orejas. Sin embargo y a menudo, la burra tropezaba o se espantaba con alguna sombra proyectada en el camino y acabábamos en el suelo. El problema venía después para poder montar de nuevo. El primero no tenía mucho problema porque el segundo le daba el pié. Pero para que éste lo pudiera hacer, había que buscar una piedra donde arrimar la burra. Tarea nada fácil porque yo creo que la burra tenía más miedo que nosotros. Desde luego que era toda una odisea. ¡Qué tiempos aquellos! Para que luego digan nuestros hijos y nietos que les mandamos muchos deberes y los maltratamos. €1000io

Esta foto corresponde a la zona sur de Quiruelas y está hecha desde el campanario de la iglesia en un despejado día de verano del 2007.