REMEMBRANZAS
¡Es tiempo de cerezas! Vamos a echar cuentas, ¿cuántas clases de frutas habría en el pueblo? Manzanas y peras, ciruelas, higos y brevas, albérchigos... De uvas, me callo. Moral o morera recuerdo dos, uno del Sr. Nicasio y otro ¿de quién era? En la viña de Matos había unos arbolitos de rojizas bayas, los llamábamos maulinos, ¿serían madroños?
Lugo estaban los frutos secos: piñones y almendras, nueces y castañas. Los almendros por las viñas, normalmente en las linderas, la mitad serían de la variedad amarga. Los nogales, contados, uno del Sr. Mauricio, en la huerta junto a su casa, a la salida del pueblo. Alguna rama creo que saltaba la tapia y nos tentaba con sus golosinas. El otro, de la S.ª Jermelina, "la Peseta", en su huerta del C de Colinas. A veces nos prestaba la burra, yo le llevaba la sangre y la "sadura" de la matanza. Una vez vino su hijo a la escuela. D. Zacarías: -Mira, ¿conocéis a Abilio?, preguntadle lo que queráis. Hoy os da él la lección.- Pasó la mañana con nosotros, creo que ninguno preguntó nada.
Pasado un tiempo vino otro día a la escuela, hasta que... ya no volvió más.
Castaños, unos cuantos también por los vacillares. Dabas un pisotón al capullo espinoso, pinchos de erizo, y salía el fruto. Llegaban (en noviembre?) los sanabreses y se compraban para pasar el invierno. Las bercianas pelaban crudas –hay que tener cuidado, son muy indigestas...- y éstas no, había que asarlas, algunos las cocían. Si se te olvidaba una en el bolsillo al mes se avellanaba, era ya pilonga, ¡muy rica pero difícil hincarle el diente!
Por ahora, finales de mayo, aparecían (del valle de Valverde) unas señoras con cestos, a lomos de una caballería, cargados de cerezas. Eran menudas, pero muy ricas, las primeras que comí.
En una ocasión fueron unas paisanas en un burro a coger cerezas a La Pueblica. El trato era "a mitad y mitad": de lo recolectado, una mitad para el dueño; la otra para quien las cogía, como pago del jornal. Fruta se podía comer a voluntad y era por cuenta del dueño, así que se hartaron, se pegaron tal panzada que casi revientan. Pero... el ansia hizo que las tragasen con hueso, con pepita y todo –"para aguantar más", decían-. Ay, cuando volvieron a casa, pasaba el tiempo y nada... Se les debió hacer un tapón en las tripas y no había manera. Las pasaron estrechas, de a kilo, las de Caín...
Tengo un familiar que me da las que quiera, pero muy lejos, ahí, en castellana tierra, no sé si podré ir. Cada tres años uno sale rana y se pierde la cosecha debido a las heladas, es lo que tiene ese clima. Son de una variedad que llama "de Monzón", pata negra, no las he comido mejores, pura exquisitez: hasta las que quedan blancas por no darles el sol superan a las más vistosas de las tiendas. (Asimismo ocurre con las manzanas, y con las personas: no las más hermosas son las que mejor saben) Los cerezos serán unos treinta, añosos y enormes, ese es el problema, se necesitan largas escaleras. Desde el suelo no se alcanzará a recoger ni la veinteava parte. No es como la vendimia, para llenar un caldero te tienes que tirar dos horas. Da lo mismo, ya no las venden, sólo cogen las de abajo para el consumo diario o los amigos que tengan ganas de trabajar un rato. El resto se quedan en los árboles. No se pierden, llegan los pájaros, gorriones y tordos. Tordos a bandadas.
Hará unos veinte años vinieron a pedirle trabajo de recolectores dos gitanos a este pariente que digo. Se lo dio en las mismas condiciones que dije: a mitad y mitad. Al día siguiente volvieron ellos, pero con toda la tropa de mujeres y chiquillos de ayudantes. Ya no le gustó por si había un accidente mas no se atrevió a objetarles nada. Durante tres días trabajaron bien aparentemente, recogieron muchas hasta que se cansaron, mi familiar quedó contento. A los pocos días observa en los cerezos ramas mustias. ¿Qué ocurría? Que los gitanos, para "aguantar" más, las habían cortado con un hacha, bajaban las ramas al suelo sin ser vistos y desde ahí las pelaban tranquilamente. ¡No iban a pelarlas desde una rama o desde la escalera! ¡Se tarda, hay que buscar y estirarse mucho! Con riesgo de caerse y ¡payo, acaban doliendo los riñones!... Esto es vivir al día, que mañana Dios dirá: ¡Con qué malicia las subieron y las colocaron en los cerezos!
¡Es tiempo de cerezas! Vamos a echar cuentas, ¿cuántas clases de frutas habría en el pueblo? Manzanas y peras, ciruelas, higos y brevas, albérchigos... De uvas, me callo. Moral o morera recuerdo dos, uno del Sr. Nicasio y otro ¿de quién era? En la viña de Matos había unos arbolitos de rojizas bayas, los llamábamos maulinos, ¿serían madroños?
Lugo estaban los frutos secos: piñones y almendras, nueces y castañas. Los almendros por las viñas, normalmente en las linderas, la mitad serían de la variedad amarga. Los nogales, contados, uno del Sr. Mauricio, en la huerta junto a su casa, a la salida del pueblo. Alguna rama creo que saltaba la tapia y nos tentaba con sus golosinas. El otro, de la S.ª Jermelina, "la Peseta", en su huerta del C de Colinas. A veces nos prestaba la burra, yo le llevaba la sangre y la "sadura" de la matanza. Una vez vino su hijo a la escuela. D. Zacarías: -Mira, ¿conocéis a Abilio?, preguntadle lo que queráis. Hoy os da él la lección.- Pasó la mañana con nosotros, creo que ninguno preguntó nada.
Pasado un tiempo vino otro día a la escuela, hasta que... ya no volvió más.
Castaños, unos cuantos también por los vacillares. Dabas un pisotón al capullo espinoso, pinchos de erizo, y salía el fruto. Llegaban (en noviembre?) los sanabreses y se compraban para pasar el invierno. Las bercianas pelaban crudas –hay que tener cuidado, son muy indigestas...- y éstas no, había que asarlas, algunos las cocían. Si se te olvidaba una en el bolsillo al mes se avellanaba, era ya pilonga, ¡muy rica pero difícil hincarle el diente!
Por ahora, finales de mayo, aparecían (del valle de Valverde) unas señoras con cestos, a lomos de una caballería, cargados de cerezas. Eran menudas, pero muy ricas, las primeras que comí.
En una ocasión fueron unas paisanas en un burro a coger cerezas a La Pueblica. El trato era "a mitad y mitad": de lo recolectado, una mitad para el dueño; la otra para quien las cogía, como pago del jornal. Fruta se podía comer a voluntad y era por cuenta del dueño, así que se hartaron, se pegaron tal panzada que casi revientan. Pero... el ansia hizo que las tragasen con hueso, con pepita y todo –"para aguantar más", decían-. Ay, cuando volvieron a casa, pasaba el tiempo y nada... Se les debió hacer un tapón en las tripas y no había manera. Las pasaron estrechas, de a kilo, las de Caín...
Tengo un familiar que me da las que quiera, pero muy lejos, ahí, en castellana tierra, no sé si podré ir. Cada tres años uno sale rana y se pierde la cosecha debido a las heladas, es lo que tiene ese clima. Son de una variedad que llama "de Monzón", pata negra, no las he comido mejores, pura exquisitez: hasta las que quedan blancas por no darles el sol superan a las más vistosas de las tiendas. (Asimismo ocurre con las manzanas, y con las personas: no las más hermosas son las que mejor saben) Los cerezos serán unos treinta, añosos y enormes, ese es el problema, se necesitan largas escaleras. Desde el suelo no se alcanzará a recoger ni la veinteava parte. No es como la vendimia, para llenar un caldero te tienes que tirar dos horas. Da lo mismo, ya no las venden, sólo cogen las de abajo para el consumo diario o los amigos que tengan ganas de trabajar un rato. El resto se quedan en los árboles. No se pierden, llegan los pájaros, gorriones y tordos. Tordos a bandadas.
Hará unos veinte años vinieron a pedirle trabajo de recolectores dos gitanos a este pariente que digo. Se lo dio en las mismas condiciones que dije: a mitad y mitad. Al día siguiente volvieron ellos, pero con toda la tropa de mujeres y chiquillos de ayudantes. Ya no le gustó por si había un accidente mas no se atrevió a objetarles nada. Durante tres días trabajaron bien aparentemente, recogieron muchas hasta que se cansaron, mi familiar quedó contento. A los pocos días observa en los cerezos ramas mustias. ¿Qué ocurría? Que los gitanos, para "aguantar" más, las habían cortado con un hacha, bajaban las ramas al suelo sin ser vistos y desde ahí las pelaban tranquilamente. ¡No iban a pelarlas desde una rama o desde la escalera! ¡Se tarda, hay que buscar y estirarse mucho! Con riesgo de caerse y ¡payo, acaban doliendo los riñones!... Esto es vivir al día, que mañana Dios dirá: ¡Con qué malicia las subieron y las colocaron en los cerezos!