PURA INOCENCIA O IGNORANCIA
Como bien dice Rabel, en aquellos años pasaban cosas curiosas. Desde pretender hablar por teléfono sin descolgar el aparato, hasta creernos que los burros podían volar. Aunque actualmente casi lo han conseguido. Si en aquellos años nos hubieran asegurado hasta dónde ha llegado hoy la tecnología, los hubieramos tachado de locos. Es que las ciencias avanzan que es una barbaridad. Antaño era tanta la ignoranda y la miseria que nos convertíamos en inocentes criaturas susceptibles de ser engañadas por el mejor postor. Si los foreros/as que visitan la web de Quiruelas contaran la infinidad de anécdotas vividas, sin duda que convertiríamos la página en un lugar ameno y divertido. A mí me contaron, que allá por la década de los años 60, época fuerte de la emigración a Suiza y Alemania, donde nuestros jóvenes buscaban ganarse la vida, una persona del pueblo, mozo ya maduro y solterón que no sabía escribir ni leer, un tanto primitivo, de boina calada hasta las orejas, emigró a Suiza donde le destinaron a una granja de vacas alejada de la ciudad. Al principio nadie conocía su paradero. Pues cuando llegaban los grupos de emigrantes al lugar de destino -con contrato por supuesto y revisión médica-, a cada uno lo destinaban a un lugar diferente. Tuvo que pasar un largo tiempo hasta que sus padres con la intervención de la embajada pudieron dar con su paradero. Esta persona -ya fallecida- tenía un compañero al que le encargó escribir una carta para sus padres. Desde luego que al susodicho amigo le sobraba ironía y sarcasmo porque al preguntarle que quería que pusiera en la carta, nuestro paisano de la boina le decía: tú pon, pon..., pon, pon... Dicho y hecho; así lo hizo el amigo. Cuando en el pueblo sus padres recibieron la misiva, contaban que habían recibido una carta de su hijo desde el extranjero llena de pompones. La noticia corrió por el pueblo dando lugar a bromas y risas. Tristemente esa era la realidad, nuestra realidad de entonces: analfabetismo y miseria iban de la mano en paralelo. €1000io
Como bien dice Rabel, en aquellos años pasaban cosas curiosas. Desde pretender hablar por teléfono sin descolgar el aparato, hasta creernos que los burros podían volar. Aunque actualmente casi lo han conseguido. Si en aquellos años nos hubieran asegurado hasta dónde ha llegado hoy la tecnología, los hubieramos tachado de locos. Es que las ciencias avanzan que es una barbaridad. Antaño era tanta la ignoranda y la miseria que nos convertíamos en inocentes criaturas susceptibles de ser engañadas por el mejor postor. Si los foreros/as que visitan la web de Quiruelas contaran la infinidad de anécdotas vividas, sin duda que convertiríamos la página en un lugar ameno y divertido. A mí me contaron, que allá por la década de los años 60, época fuerte de la emigración a Suiza y Alemania, donde nuestros jóvenes buscaban ganarse la vida, una persona del pueblo, mozo ya maduro y solterón que no sabía escribir ni leer, un tanto primitivo, de boina calada hasta las orejas, emigró a Suiza donde le destinaron a una granja de vacas alejada de la ciudad. Al principio nadie conocía su paradero. Pues cuando llegaban los grupos de emigrantes al lugar de destino -con contrato por supuesto y revisión médica-, a cada uno lo destinaban a un lugar diferente. Tuvo que pasar un largo tiempo hasta que sus padres con la intervención de la embajada pudieron dar con su paradero. Esta persona -ya fallecida- tenía un compañero al que le encargó escribir una carta para sus padres. Desde luego que al susodicho amigo le sobraba ironía y sarcasmo porque al preguntarle que quería que pusiera en la carta, nuestro paisano de la boina le decía: tú pon, pon..., pon, pon... Dicho y hecho; así lo hizo el amigo. Cuando en el pueblo sus padres recibieron la misiva, contaban que habían recibido una carta de su hijo desde el extranjero llena de pompones. La noticia corrió por el pueblo dando lugar a bromas y risas. Tristemente esa era la realidad, nuestra realidad de entonces: analfabetismo y miseria iban de la mano en paralelo. €1000io