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QUIRUELAS DE VIDRIALES: EL VIEJO CAFETÍN (Continuación)...

EL VIEJO CAFETÍN (Continuación)

- ¡Valentín, esta máquina no sirve para nada! –le dice un
joven cliente que juega de pie.
- ¿Qué pasa, que se te ha colao la bola, eh?
-No, es que el mando derecho no va, ¿no ves que no funciona?
-Pues es verdad. Anda, desenchufa de atrás, haz el favor. Tendré que llamar a Tuta.
Dos clientes veteranos toman café en la barra e inician la tertulia taurina.
- ¿Viste la corrida de ayer, Domingo? Este Cordobés es un fenómeno. Si es que no necesita a la cuadrilla para nada. Da igual que el toro sea malo y sin casta, no lo deja escapar, va por él. ¡Es el más valiente y el mejor!
-Pues te digo yo a ti, Antonio, que no. Ese Cordobés no es más que un titiritero. ¡Es mejor El Viti! Y cómo entra a matar... Si El Cordobés sólo sabe dar pinchazos. ¡Me vas a decir tú a mí!
- ¡Bah!, porque es alto y tiene el brazo muy largo, pero no se arrima. Donde esté El Cordobés... ¡Un millón de pesetas por corrida hace ya tiempo que cobró! El otro día decías que Paco Camino, hoy que El Viti.. Lo dirás porque son de Salamanca. ¡No te amuelas ahora!
- ¿Y qué tendrá eso que ver? El salto de la rana... ¿eso tú lo ves elegante? Te repito que es mejor El Viti.
- ¡Coño, Domingo, cómo que no, a ver si me vas a comparar tú ahora a Rafael Farina con Antonio Molina o con Juanito Valderrama! ¡No te fastidias! ¡Tú verás!...
-El mejor de todos es Palomo Linares –terció Valentín.
De estas disputas intuíamos que no podía sacarnos Alfredo, no era su especialidad y excedía sus conocimientos. La duda persistía siempre: Belmonte, Joselito, Manolete... no hacía ni cuarenta años que el célebre "Cagancho" había salido de Las Ventas a hombros y por la puerta grande.
-Pues ¿quién es el mejor, papá?
-Como El Cordobés ninguno, hijo.
Al poco se levanta el Sr. Juan de su mesa. Alza los brazos, es un gigante, va a estallar, ¡qué temperamento, madre! Explosivo, sus manos casi rozan el ventilador, grita: " ¡Me c... en S. D.!" No hay duda de acaba de perder la partida. Gesticula y nos manda a enredar al Arco, pensando aún en la jugada y echando chispas por los ojos. Aunque fuese un mudo sabríamos exactamente lo que nos estaba diciendo y cuál era nuestro sitio. Mientras salimos por la puerta nos dedica la última frase cariñosa con su dedo índice sobre la frente: "Y no se os ocurra volver por aquí, ¿eh?" Al menos cuando era Valentín quien nos echaba sabíamos que al rato se le olvidaba... (Matizaría que la blasfemia era de uso corriente pero en lugar público estaba prohibida, la Guardia Civil multaba (se comprometía a los guardias si estaban presentes). Más que una falta de respeto a los creyentes –el que blasfemaba solía serlo-era una transgresión, aunque fuese de modo inconsciente iba también contra el sistema opresor. Había muchas formas de decirla, la mayoría de los que habían vivido la guerra la decían como con miedo... Sólo los más osados y recalcitrantes –mi padre entre ellos, que D lo tenga en su gloria- la decían como el Sr. Juan, con un par... Era obligatorio ir a misa los domingos y fiestas de guardar, confesarse, estaba prohibido trabajar en el campo y muy mal visto faltar a las procesiones... Aunque ya el régimen hubiese aflojado la camisa (azul) de fuerza el miedo persistía por si venía otra (guerra)... Se presionaría y pedirían informes al cura, si era chivato, o a los más beatos si lo eran también... Recuerdo que al paso de las procesiones los bares cerraban la puerta, siempre quedaban ocultos algunos recalcitrantes. Los niños lo sabíamos, mirábamos hacia las ventanas al pasar, cuchicheábamos, reíamos... En seguida nos reprendían con el índice sobre los labios, el silencio y el chitón: ¡chsiss, chisss, chsss!... Pero allí estaban ellos asomados, las contraventanas entornadas, casi del todo cerradas. Los que nunca se confesarían voluntariamente al cura aunque pasase lista.
Otro parroquiano que tenía muy mal perder –perdería muy a menudo, según alguno era un chollo,"no sabía ni tenerlas"- era D. Zacarías. Ciertos padres harían un poco leña del árbol caído, por aquello de haberle ganado al maestro y él se tomaba al día siguiente cumplida venganza con los hijos. A mí me pasó varias veces -no sólo te daba, sino que te burlaba con su vara, también un consumado maestro en su manejo- y resultó que había perdido, no creo que fuese una coincidencia... (Que sirva de recuerdo al viejo café y al Sr. Juan en el día de su santo)
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Muy bonito leer esto, lástima leerlo tantos años después.
En paz descanse Valentín (mi abuelo)