QUIRUELAS DE VIDRIALES: Tuve un abuelo de Sitrama que segando a hoz se dio...

Tuve un abuelo de Sitrama que segando a hoz se dio un corte en un dedo ¿llevaría los dediles? El caso es que siguió segando y se le infectó, se le gangrenó y tuvieron que amputarle el dedo, más tarde cortar por la muñeca y al final el brazo. No conozco más detalles, falleció tiempo después pero mi padre sólo tenía 15 meses. Esto sería hacia 1915 o por ahí, y claro aunque parece que se lavó después la herida y la curó los antisépticos que habría entonces serían flojitos. (Como ya apenas podía trabajar en el campo fue a Zamora pagó mil pesetas de la época y lo hicieron maestro, sabría lo elemental, cuentas, tenía buena letra, le gustaba pintar. Por esta época si alguien tenía tierras y un capitalillo libraba también si quería al hijo de la "mili", pagaba mil pesetas a otro necesitado que haría el servicio militar por él. Había quien hacía dos o tres milis y era legal. Tenía el cocido asegurado y ayudaba a su familia con las mil pesetas pero claro podía tocarle Africa, que no era moco de pavo. Y la mili lo mismo eran dos años o más).
A mediados del pasado siglo creo que algunos de Quiruelas tenían fincas arrendadas en la Cervilla. Una vez el Sr. Quico "Marusa" -considerado de los mejores segadores, si no el mejor a guadaña- tendría una de estas fincas de renta y llevó una mañana a otro con él de jornalero. Parece que ya había tenido a varios ese año y otros anteriores que no lo dejaron satisfecho: se hacían los remolones y segaban mal (caían espiga o grano, con mucho rastrojo, muy torcido...) El Sr. Quico ya estaba muy escaldado y dejándole escoger una de las dos guadañas que tenía se puso a segar a su lado, pero marcando un ritmo tan fuerte y constante que en seguida lo dejó para atrás. El otro, herido en su amor propio, se puso a segar también muy fuerte y logró alcanzarlo (quizá su guadaña fuese un poquito mejor), después le sacó unos metros de ventaja y la mantuvo. Al llegar a la encina donde tenían la garrafa echó un trago a la sombra, se relajó un momento y pasó la piedra por la hoja de la guadaña para asentarle bien el filo. Esperó justo hasta que el Sr. Quico llegó exhausto a la altura de la encina -venía con la lengua fuera- y continuó segando a todo tren. Cada cierto trecho paraba, volvía a pasar la piedra por el filo y observaba al Sr Quico, más alejado y agotado cada vez. Para el mediodía lo había cogido de vuelta y se detuvieron a comer. A la tarde, cuando volvieron a segar, nada más coger las guadañas dijo el Sr Quico:"Pero tú, quieto aquí, a mí lao. Ni se te ocurra pasarme, ¿eh?" Y así, admirados de vez en cuando de lo derechita y bien segada que quedaba la tendida mies, continuaron ese día y los sucesivos, tranquilamente uno al lado del otro y charlando. Mantuvieron siempre gran amistad.