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QUIRUELAS DE VIDRIALES: UNA DE ANIMALES...

UNA DE ANIMALES

Érase una vez un asno que, por desgracia, se quedó sin trabajo. Era muy viejo y por lo tanto ya no podía transportar sacos de cereales al molino, alfalfa en las carguillas, ni dar vueltas a la noria. Su amo, optó por prescindir de sus servicios, porque ya no resultaba rentable y solo servia para comer. Pero aunque era viejo, el asno no era tonto. Decidió irse a la ciudad, donde pensó que podrían contratarlo como músico municipal. ¡Y dicho y hecho! El asno abandonó la granja donde había trabajado durante muchos años y emprendió el viaje hacia la ciudad. Había caminado ya un buen rato cuando se encontró a un perro muy cansado. Y le dijo: Debes estar muy cansado, amigo. Y le contestó el perro: ¡Ni que lo digas! Como ya soy viejo, mi amo quiso matarme, pues dice que ya no sirvo para la casa. Así que decidí alejarme rápidamente. Lo que no sé es qué podré hacer ahora para no morirme de hambre. Mira, -le dijo el asno-. A mí me pasó lo mismo. Decidí irme a la ciudad a ver si me contratan como músico. Si vienes conmigo podrías intentar que te contratasen a ti también. Yo tocaré el laúd. Tú puedes tocar los timbales. La idea le gustó al perro y decidió acompañar al asno. Caminaron un buen trecho juntos cuando se encontraron a un gato con cara de hambriento, y le dijo el asno: -No tienes buena cara, amigo-. A lo que le contestó el gato: Pues, ¿cómo voy a tener buena cara si mi ama intentó ahogarme porque dice que ya soy demasiado viejo y no cazo ratones como antes? Conseguí escapar, pero ¿qué voy hacer ahora? A nosotros, -le dijo el asno-, nos ha pasado lo mismo, y hemos decido ir a la ciudad. Si nos acompañas, podrías entrar en la banda de música que vamos a formar, colaborando con tus maullidos. El gato, como no tenía otra alternativa, aceptó la invitación y se fue con el asno y el perro. Después de mucho caminar, y al pasar cerca de una granja, los tres animales vieron a un gallo que cantaba con mucha tristeza en lo alto de un portal. Y le dijo el asno: -Debes de estar muy triste, amigo-. A lo que le contestó el gallo: Pues sí, en realidad estoy más que triste. ¡Estoy desesperado! Van a celebrar una fiesta mañana y mi ama ha ordenado a la cocinera que me corte el cuello para hacer conmigo un buen guiso. Y le dijo el asno: ¡No te desesperes hombre!, vente con nosotros a la ciudad, donde formaremos una orquesta musical. Tú, con la buena voz que tienes, serás muy útil allí. El gallo levantó la cabeza y aceptó la invitación, siguiendo a los otros tres animales camino de la ciudad. Llegó la noche y los cuatro decidieron descansar un poco en el bosque. Se habían acomodado bajo un árbol cuando el gallo, que se había subido a la rama más alta, avisó a sus compañeros de que veía una luz a lo lejos. El asno le dijo que podría ser una casa y deberían irse para que pudiesen estar más cómodos. Y así lo hicieron. Al acercarse, averiguaron que la casa estaba ocupada por una cuadrilla de ladrones. El asno, como era el más alto, miró por la ventana para ver lo que pasaba en su interior. ¿Qué ves?, le preguntaron todos. Veo una mesa con mucha comida y bebida, y junto a ella hay unos ladrones que están cenando, -les contentó el asno-. ¡Ojalá pudiéramos hacer lo mismo nosotros! -exclamó el gallo-. Pues sí, -recalcó el asno-. Los cuatro animales se pusieron a tramar un plan para ahuyentar a los bandidos para que les dejaran la comida. El asno se puso de manos al lado de la ventana; el perro se encaramó a las espaldas del asno; el gato se montó encima del perro, y el gallo voló y se posó en la cabeza del gato. Enseguida, empezaron a gritar, y de un golpe, rompieron los cristales de una ventana. Armaron tal alborato que los bandidos, aterrorizados, salieron huyendo rápidamente de la casa. Los cuatro amigos, después de que lograron su propósito, se dieron un verdadero banquete. Acabada la comida, los cuatros apagaron la luz y cada uno se buscó un rincón para descansar. Pero en medio de la noche, los ladrones, viendo que todo parecía tranquilo en la casa, mandaron a uno de ellos para que la inspeccionara. El enviado entró en la casa a oscuras y, cuando se dirigía a encender la luz, vio que algo brillaba en el fogón. Eran los ojos del gato que se había despertado. Y sin pensarlo dos veces, saltó a la cara del ladrón y empezó a arañarle. El bandido, muerto de miedo, echó a correr. Pero no sin antes llevarse una buena coz del asno, ser atacado por el perro, y llevarse un buen susto con los gritos del gallo. Al reunirse con sus compañeros, el bandido les dijo que en la casa había una bruja maligna que le atacó por todos lados. Le arañó, le acuchilló, le golpeó, y le gritó ferozmente. Aconsejó que tenían que huir rápidamente de allí y abandonar la casa para siempre. Y así lo hicieron todos. Y fue así, como gracias al buen plan que habían urdido los animales, que los cuatro pudieron vivir su vejez, tranquila y cómodamente en aquella casa hasta el fin de sus días. €1000io