LA TRILLA
Ahora nos toca trillar. Ya tenemos la mies en la era después de haber segado y acarreado. Generalmente en todos los pueblos existía el “prao” común que cada año se sorteaba entre los labradores en pequeñas parcelas para colocar la era. En Quiruelas el prao estaba situada entre La “Almorcera” y El Arroyo de San Juan: el prao de arriba y el prao de abajo. Hoy no quedan vestigios de aquel prao que se ha convertido en frondosos campos sobre todo de maíz. Los más jóvenes seguro que ni se acuerdan de nuestro querido prao donde pastaba la vacada. Se adecuaba la parcela, se construía la típica caseta con troncos y ramas de chopo y támara para protegerse del sol, se extendía la mies en círculo y a trillar. Se enganchaba la pareja de vacas o las yeguas al trillo, se colocaba el taburete o sillón, la talega como excusado, se cogían los ramales, la vara de picar o la tralla, se calaba el sombrero hasta las orejas para protegerte de un sol de justicia, y ¡arre!, a dar vueltas y más vueltas por distintos sitios de la trilla hasta que la paja quedaba bien cortada y el grano separado de la espiga. Trillar con las vacas era muy pesado por que caminaban lentamente. Con las yeguas era más divertido porque lo hacían al trote. Además había que estar atento para que cuando a los animales les daba un “apretón”, recoger en la talega los excrementos porque sino luego el trillo “apañaba”. Cuántas broncas nos llevábamos los niños por descuidarnos o por trillar siempre por la misma rodera. A medida que se trillaba, había que ir dándole la vuelta a la trilla. Primero con la “tornadera” y después con la “pala”. Luego una vez trillada, se recogía con el “cambón” y se hacía la parva. Esta función era muy divertida porque como era necesario subirse en el cambón para ganar peso, los niños de las eras vecinas acudíamos para ayudar y nos lo pasábamos muy bien. A continuación se barría el solar con las escobas de abaleas donde había estado la trilla para recoger el grano y preparar la próxima trilla. Después había que esperar a que hiciera aire para limpiar y separar el trigo de la paja con el “bieldo”. Más tarde llegaron las máquinas “aventadoras”, “limpiadoras” que funcionaban a manivela, y no era necesario tener que esperar al viento. Una vez limpio el trigo se metía en “quilmas” y la paja se dejaba amontonada para posteriormente llevarla con el carro hasta el pajar donde serviría como comida y cama para los animales. Cuando se transportaba la paja, para ganar capacidad, en el carro se colocaban una especie de alzas con redes. Si el trigo limpio o las quilmas se quedaban llenas en la era, de noche se quedaba alguien a dormir para evitar posible robos. Las labores de la trilla se prolongaban durante muchos días. Se combinaban el acarreo y la trilla, según las necesidades, hasta finalizar. Era típico tener en la era una gallina con sus polluelos correteando y picoteando. También cuando al mediodía se soltaban las vacas para que fueran a abrevar a las charcas de La Almucera, recuerdo que se les enganchaban las sanguijuelas a las patas de las que luego había que liberar. Entonces por La Almucera y el Arroyo de San Juan corría el agua continuamente y había carpas y ranas. Los niños enturbiábamos el agua a es proceso para que las carpas sacaran la cabeza y así poderlas pescar. Las ranas muy prolíferas eran pescadas a caña y os aseguro que comíamos muchas ancas de rana que estaban riquísimas. Ahora ya no hay ni pelujos. En la época de la trilla era un continuo ir y venir de personas, animales y carros. La actividad era incesante. Desde el campanario de la iglesia se divisaba el “prao” que presentaba un paisaje pintoresco lleno de casetas y gente trillando y aventando. Aquella imagen bucólica ya ha quedado para el recuerdo. €1000io.
Ahora nos toca trillar. Ya tenemos la mies en la era después de haber segado y acarreado. Generalmente en todos los pueblos existía el “prao” común que cada año se sorteaba entre los labradores en pequeñas parcelas para colocar la era. En Quiruelas el prao estaba situada entre La “Almorcera” y El Arroyo de San Juan: el prao de arriba y el prao de abajo. Hoy no quedan vestigios de aquel prao que se ha convertido en frondosos campos sobre todo de maíz. Los más jóvenes seguro que ni se acuerdan de nuestro querido prao donde pastaba la vacada. Se adecuaba la parcela, se construía la típica caseta con troncos y ramas de chopo y támara para protegerse del sol, se extendía la mies en círculo y a trillar. Se enganchaba la pareja de vacas o las yeguas al trillo, se colocaba el taburete o sillón, la talega como excusado, se cogían los ramales, la vara de picar o la tralla, se calaba el sombrero hasta las orejas para protegerte de un sol de justicia, y ¡arre!, a dar vueltas y más vueltas por distintos sitios de la trilla hasta que la paja quedaba bien cortada y el grano separado de la espiga. Trillar con las vacas era muy pesado por que caminaban lentamente. Con las yeguas era más divertido porque lo hacían al trote. Además había que estar atento para que cuando a los animales les daba un “apretón”, recoger en la talega los excrementos porque sino luego el trillo “apañaba”. Cuántas broncas nos llevábamos los niños por descuidarnos o por trillar siempre por la misma rodera. A medida que se trillaba, había que ir dándole la vuelta a la trilla. Primero con la “tornadera” y después con la “pala”. Luego una vez trillada, se recogía con el “cambón” y se hacía la parva. Esta función era muy divertida porque como era necesario subirse en el cambón para ganar peso, los niños de las eras vecinas acudíamos para ayudar y nos lo pasábamos muy bien. A continuación se barría el solar con las escobas de abaleas donde había estado la trilla para recoger el grano y preparar la próxima trilla. Después había que esperar a que hiciera aire para limpiar y separar el trigo de la paja con el “bieldo”. Más tarde llegaron las máquinas “aventadoras”, “limpiadoras” que funcionaban a manivela, y no era necesario tener que esperar al viento. Una vez limpio el trigo se metía en “quilmas” y la paja se dejaba amontonada para posteriormente llevarla con el carro hasta el pajar donde serviría como comida y cama para los animales. Cuando se transportaba la paja, para ganar capacidad, en el carro se colocaban una especie de alzas con redes. Si el trigo limpio o las quilmas se quedaban llenas en la era, de noche se quedaba alguien a dormir para evitar posible robos. Las labores de la trilla se prolongaban durante muchos días. Se combinaban el acarreo y la trilla, según las necesidades, hasta finalizar. Era típico tener en la era una gallina con sus polluelos correteando y picoteando. También cuando al mediodía se soltaban las vacas para que fueran a abrevar a las charcas de La Almucera, recuerdo que se les enganchaban las sanguijuelas a las patas de las que luego había que liberar. Entonces por La Almucera y el Arroyo de San Juan corría el agua continuamente y había carpas y ranas. Los niños enturbiábamos el agua a es proceso para que las carpas sacaran la cabeza y así poderlas pescar. Las ranas muy prolíferas eran pescadas a caña y os aseguro que comíamos muchas ancas de rana que estaban riquísimas. Ahora ya no hay ni pelujos. En la época de la trilla era un continuo ir y venir de personas, animales y carros. La actividad era incesante. Desde el campanario de la iglesia se divisaba el “prao” que presentaba un paisaje pintoresco lleno de casetas y gente trillando y aventando. Aquella imagen bucólica ya ha quedado para el recuerdo. €1000io.