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QUIRUELAS DE VIDRIALES: ARREMÓJATE LA TRIPA...

ARREMÓJATE LA TRIPA

Llegó la "crisis" –palabra maldita y capciosa, anhelaban que Zapatero la pronunciase sólo para llamarlo mentiroso acto seguido, para rebajarlo al nivel de Aznar, para decirle a los jóvenes que les ha fallado (romper el ingenuo:"no nos falles, Zapatero")- y no hay relevo a la economía del ladrillo –tanta curruptela, tanto exceso-. Los beneficios de la educación (la economía del conocimiento) son a muy largo plazo, al político no le da tiempo a hacerse la foto para las elecciones: cortando la cinta, inaugurando algo de hormigón, brindando con champán...
"Arremójate la tripa, que ya viene la calor, que luego en el mes de agosto no suelta el agua ni dios", amigo Labordeta. Recuerdo una merendola en el Tamaral, no tendría más de 5 años, un 18 de julio, domingo quizá. A la sombra -un poquito más allá de donde las lavanderas tendían la ropa, se veía el Corral de los Jatos-, toda la familia, incluidos unos tíos y primos de Abraveses. En el pueblo no daban la paga extraordinaria y sí había trabajo extra. La paja p´al pajar: los chicos íbamos felices a "encalcar" la paja con los pies, desnudos casi siempre -prensarla para que ocupase menos-. ¡Cómo te picaba después todo!... No teníamos ducha, el agua corriente ¿llegaría hacia el 76? Tampoco estaban los jacuzzis de la presa ni del canal del Tera que parte de ella. El río "de Aguilar" nos daba miedo, tardábamos en aprender a nadar, no como hoy. Nos bañábamos en el Río Chico, junto al viejo puente con la pilastra resquebrajada (se oyó que a causa de una bomba de la guerra tirada para pescar truchas. Como se trataba de peces, por su merecida reputación de pescador, las malas lenguas decían que por fuerza Mateo "Gato" tenía que estar metido en el ajo. Puede, pero instigado por otros acompañantes, ni que él necesitase bombas para pescar, ¡tú verás!... La Guardia Civil no querría indagar demasiado, a veces el régimen hacía la vista gorda, como en un cuartel).
Sí queda, Emilio, un vestigio del antiguo "prao" en el Redondillo, el campo de fútbol es el testigo de la grandeza pasada. No lejos de ahí, al otro lado de la Almucera, estaba el Pozarcón, laguna artificial para abrevar el ganado. ¿Utilizado un tiempo como barrero para hacer adobes? Muy visitado por las cigüeñas, como toda la Almorcera.
Algunos olvidos y omisiones –cómo mencionarlo todo-, la sagrada copita de aguardiente en ayunas, antes de uncir las vacas al yugo o de poner el collerón a las mulas para engancharlas al carro. (Mencionas yeguas y las había, pero eran escasas; había muchísimas mulas y machos).
Tampoco puedo estar completamente de acuerdo, Emilio, en lo referente al menú de los segadores. Por esa época –años 40 y 50- quizá sobre algo de chorizo y de jamón, ¿no te parece? -les daría sed. Si iban a segar para otro de jornal, les daría muchísima sed, demasiada...- y falte mucho tocino. Eso sí, el embutido y jamón de entonces era de gran calidad. No tendría nada que envidiar al ibérico de ahora y muchas veces lo superaría. No hay bellota bastante en España para tanto pata negra, nos la pegan con queso. Al menos a dos terceras partes de esos cerdos se los alimenta realmente con pienso (o soja, que da muy semejante veta de grasa). Es un gran fraude, incluido el comprado en El Corte Inglés, y más el que llaman de recebo: puro pienso. (Piensos Nanta: "nutren, rinden, se notan", anunciaba la radio benaventana en nuestra niñez, finales de los 60 y primeros 70. Vidal tenía unas viseras rotuladas con esa marca de piensos que eran muy codiciadas por nosotros, como si pusiesen Lacoste, Cristian Dior o Adidas) La alimentación del cerdo era natural. Recuerdo vivamente los baldes sobre la hornaz repletos de patatas con que alimentarlos. Pero ya en los 60. Antes, en la dura posguerra, había quienes vendían las patatas –muy caras- y daban a los hijos remolacha (de la dulce?) Era la época de la pertinaz sequía de Manolete (¡Franco!), de las cartillas de racionamiento y del estraperlo. "El año ruin"- ¿1945?-, no llovía y no llovía, por más plegarias y rogativas Dios apretó y ahogó: el grano de la Argentina del fascistoide Perón vino a salvar de la hambruna, más que la providencia divina que esperaban lo estetas falangistas del Imperio -los pemanes- como premio al nacionalcatolicismo de una España autárquica, replegada sobre sí misma. Luego no tuvimos Plan Marshall, sólo una leche en polvo que volvía a los críos cabezones. (No llegué a tiempo de degustarla)
Quizá aquellos que por más ricos se tenían diesen peor de comer a los jornaleros y jornaleras ("apañilas"). Por tacañería o por creerse superiores... Todos comían de la misma cazuela, no había platos y el que no espabilase se quedaría a verlas venir o, según se decía, "a setas al prao del medio". Normalmente todos tenían buen diente y comían con gusto, con la salsa de su hambre.