MOLINOS
Desde la más remota antigüedad, en las sociedades de régimen agrícola, se utilizaron distintos instrumentos de percusión para triturar el grano de los cereales y legumbres, y obtener así las distintas harinas. Pero voy a referirme aquí, no al antiguo molino prerromano de piedra, llamado barquiforme, por su forma, en el que se trituraba el cereal a mano con ayuda de otra piedra, ni a los simples morteros de piedra o de madera utilizados también por civilizaciones muy antiguas, ni a los molinos de muelas circulares de época romana, utilizados ya por los griegos, que eran movidos a mano, al menos la piedra superior, y si eran de mayor tamaño con ayuda de animales, sino que voy a escribir sobre los molinos tradicionales de agua, que fue lo más común en nuestra zona a partir de la Edad Media.
Al ser el agua su principal fuente de energía, hasta que fue suplantada por la electricidad, estos molinos se ubicaban cerca de ríos, o arroyos. Casi siempre desde el mismo río se construía una presa o canal para conducir el agua al molino y así poder regularla.
La molienda se hacía en un primitivo artilugio, todo él de madera, que consta de las siguientes partes:
-Tolva, en forma de pirámide invertida, sostenida sobre un castillete. En ella se echaba el grano, para que, a través de la canaleja o canaleta, llegase al ojo de la muela. La canaleja se levantaba o bajaba, para que cayese más o menos grano, con ayuda de una cuerda y una tablilla o taravilla, que, al moverse la muela, golpea rítmicamente la canaleta, dosificando la caída del grano.
-Muelas o piedras, al menos dos, la inferior o solera, que es la que está fija y la superior o volandera, la que realiza la rotación. En principio las piedras se obtenían de canteras del país, algunas de muy cerca de los molinos. Sobre ellas se realizaba un rayado helicoidal o recto, que cada cierto tiempo había que picar para favorecer la molturación y la salida de la harina hacia el cajón o farnal. La calidad de la molienda radicaba en el tipo de piedra y en la proximidad de ambas. Por eso se fueron perfeccionando, importando incluso de Francia los materiales o las muelas ya fabricadas. Con la cabria se levantaban las muelas, cuando era preciso proceder al picado. Esto, en un principio, se hacía mediante palancas y cuñas.
-El guardapolvo era una especie de caja de madera, de forma octogonal o cilíndrica, que se colocaba sobre las muelas y que impedía que, al girar la piedra, se perdiese la harina por los laterales.
-La limpia es otra máquina que sirve para separar el grano de la pajilla, mediante una criba metálica.
-La cernedora o cernidora era donde se deposita la harina, para clasificarla por medio de unos cernedores que tenían una seda muy fina, de distinto grosor, con los que se produce el tamizado.
Y en relación con la maquinaria, necesaria para poner en funcionamiento el molino por medio del agua, tenemos que pensar en el eje de madera o castaño que, en su parte inferior, está unido al rodezno, al que el agua hace girar. Este movimiento giratorio será transmitido, a través del eje, a la muela volandera.
En los Valles de Benavente, al ser varios los ríos existentes, han sido y son también abundantes los molinos, aunque la mayor parte están inactivos, y abandonados. Y muchos ya destruidos o en proceso de destrucción. Son muy pocos los que funcionan y, si lo hacen, se sirven para ello de la energía eléctrica, no del agua. Algunos de ellos conservan el edificio e instalaciones en buen estado.
No obstante, el viajero por los valles y ríos puede acercarse a ellos, para verlos y al mismo tiempo gozar del paisaje y entorno en el que se encuentran.
En el arroyo Castrón hay molinos en Ferreras de Arriba, cerca de su nacimiento, en San Pedro de Zamudia y en Villaveza del Agua.
El Valle del Tera tal vez es el que con más molinos cuenta, algunos bien conservados, o al menos con buen aspecto, como los de Santa Marta, Calzada, Micereces, y Mozar. Otros en peor estado, como los de Olleros, Sitrama y Milles.
Quien se acerque al Cea, los verá en pueblos pertenecientes a la comarca de Benavente, San Miguel del Valle y Fuentes de Ropel y le agradará contemplarlos y su emplazamiento.
En el río Orbigo se conservan las ruinas del molino de Maire de Castroponce. Muy cerca de él han construido una minicentral hidroeléctrica.
En el Esla, el más caudaloso de todos, merece la pena ver la aceña de Bretó de la Ribera, restaurada en el exterior, pero desfigurado el edificio por la construcción, al lado, de otra minicentral hidroeléctrica; el de Bretocino, a la otra orilla del río, está en ruinas. Conserva tan sólo algunas de sus paredes exteriores, que causan muy buena impresión.
En el Valle de Vidriales también hubo antiguamente varios, servidos por el agua del arroyo Almucera: el de Congosta, pequeño y con el edificio en buen estado, al menos en el exterior; el de Carracedo está ya en ruinas y el de Tardemezar sigue abandonado. Aguas abajo del arroyo podrán ver las paredes y algunos restos del que funcionaba en Brime de Urz, que pronto desaparecerá, si a alguien no se le ocurre algo para mantenerlo en pie, por respeto al lugar y a la tradición molinera. Sin ninguna, duda es en el río Eria, junto con el Tera, del que ya hemos hablado, en donde más molinos existieron, a pesar de secarse en la época estival. Y también en donde mejor se conservan algunos, al menos los edificios y parte de la maquinaria. En Alcubilla de Nogales existen las ruinas de uno. En Arrabalde hubo cuatro, dos de harina y dos de aceite de linaza. Se pueden ver todos, uno de ellos dejó de moler no hace muchos años y está ya cerrado y los otros totalmente abandonados. Villaferrueña contaba con tres, dos harineros y uno de aceite. En alguno hasta hace poco vivía la molinera, aunque no moliese. Los otros, también están dejados de la mano de Dios. El de Santa María de la Vega se ha convertido en una panadería, pero el molino está inactivo. Morales del Rey, con dos, conserva uno con el edificio en buen estado y el otro ya con el interior destruido y abandonado; y el de Manganeses de la Polovorosa, con buen edificio y todavía funcionando, aunque lógicamente con energía eléctrica.
Hay que citar también los molinos harineros, existentes en Benavente, uno el de Evaristo, que usaba agua del Canal del Esla y cuyo edificio se conserva todavía en la Vía del Canal y los otros dos antiguos de La Sorribas y La Ventosa, que utilizaban precisamente el agua del conocido y denominado Caño de los Molinos y que hoy son las fábricas de harinas del mismo nombre.
Tal vez la enumeración que hemos hecho no esté completa. Por supuesto que faltan los que ya han desaparecido, muchos de ellos existentes en el siglo XIX y citados por algunos autores. Además solamente hemos querido referirnos a esta comarca, a los pueblos pertenecientes al partido judicial de Benavente y que bañan los ríos citados.
He dicho que el molino fue y es una industria vinculada a la agricultura. Por eso tiene gran arraigo en la cultura del pueblo, del pueblo llano. Y éste, que es muy sabio, inventa, crea un léxico, una forma de vida y unas costumbres en torno a él, que son una muestra de la vida diaria de las gentes.
Sobre los molinos, existen abundantes dichos o refranes: Agua pasada no mueve molino. Molino que no muele, no tiene maquila, o molino que no muele, algo le duele. Y numerosas canciones y coplas, algunas referidas a amoríos y juegos amorosos de la juventud de antaño. Muchas de ellas se recuerdan con nostalgia y se cantan todavía en algunos pueblos de los Valles: La Molinera. Al lado del molino. A la luz del cigarro voy al molino. Vengo de moler morena. etc.
Refranes, canciones, y también adivinanzas y leyendas, en torno al molino o referidas a la molienda, son abundantes en la tradición literaria.
El molino es ya agua pasada, pero he querido hacerlo presente en esta página que dedico de modo especial a todos los abnegados molineros por la parte que a mí me toca por ser hijo y hermano de molineros y haber nacido en un molino, a los amantes y defensores de las tradiciones y a los amigos del Patrimonio.
Desde la más remota antigüedad, en las sociedades de régimen agrícola, se utilizaron distintos instrumentos de percusión para triturar el grano de los cereales y legumbres, y obtener así las distintas harinas. Pero voy a referirme aquí, no al antiguo molino prerromano de piedra, llamado barquiforme, por su forma, en el que se trituraba el cereal a mano con ayuda de otra piedra, ni a los simples morteros de piedra o de madera utilizados también por civilizaciones muy antiguas, ni a los molinos de muelas circulares de época romana, utilizados ya por los griegos, que eran movidos a mano, al menos la piedra superior, y si eran de mayor tamaño con ayuda de animales, sino que voy a escribir sobre los molinos tradicionales de agua, que fue lo más común en nuestra zona a partir de la Edad Media.
Al ser el agua su principal fuente de energía, hasta que fue suplantada por la electricidad, estos molinos se ubicaban cerca de ríos, o arroyos. Casi siempre desde el mismo río se construía una presa o canal para conducir el agua al molino y así poder regularla.
La molienda se hacía en un primitivo artilugio, todo él de madera, que consta de las siguientes partes:
-Tolva, en forma de pirámide invertida, sostenida sobre un castillete. En ella se echaba el grano, para que, a través de la canaleja o canaleta, llegase al ojo de la muela. La canaleja se levantaba o bajaba, para que cayese más o menos grano, con ayuda de una cuerda y una tablilla o taravilla, que, al moverse la muela, golpea rítmicamente la canaleta, dosificando la caída del grano.
-Muelas o piedras, al menos dos, la inferior o solera, que es la que está fija y la superior o volandera, la que realiza la rotación. En principio las piedras se obtenían de canteras del país, algunas de muy cerca de los molinos. Sobre ellas se realizaba un rayado helicoidal o recto, que cada cierto tiempo había que picar para favorecer la molturación y la salida de la harina hacia el cajón o farnal. La calidad de la molienda radicaba en el tipo de piedra y en la proximidad de ambas. Por eso se fueron perfeccionando, importando incluso de Francia los materiales o las muelas ya fabricadas. Con la cabria se levantaban las muelas, cuando era preciso proceder al picado. Esto, en un principio, se hacía mediante palancas y cuñas.
-El guardapolvo era una especie de caja de madera, de forma octogonal o cilíndrica, que se colocaba sobre las muelas y que impedía que, al girar la piedra, se perdiese la harina por los laterales.
-La limpia es otra máquina que sirve para separar el grano de la pajilla, mediante una criba metálica.
-La cernedora o cernidora era donde se deposita la harina, para clasificarla por medio de unos cernedores que tenían una seda muy fina, de distinto grosor, con los que se produce el tamizado.
Y en relación con la maquinaria, necesaria para poner en funcionamiento el molino por medio del agua, tenemos que pensar en el eje de madera o castaño que, en su parte inferior, está unido al rodezno, al que el agua hace girar. Este movimiento giratorio será transmitido, a través del eje, a la muela volandera.
En los Valles de Benavente, al ser varios los ríos existentes, han sido y son también abundantes los molinos, aunque la mayor parte están inactivos, y abandonados. Y muchos ya destruidos o en proceso de destrucción. Son muy pocos los que funcionan y, si lo hacen, se sirven para ello de la energía eléctrica, no del agua. Algunos de ellos conservan el edificio e instalaciones en buen estado.
No obstante, el viajero por los valles y ríos puede acercarse a ellos, para verlos y al mismo tiempo gozar del paisaje y entorno en el que se encuentran.
En el arroyo Castrón hay molinos en Ferreras de Arriba, cerca de su nacimiento, en San Pedro de Zamudia y en Villaveza del Agua.
El Valle del Tera tal vez es el que con más molinos cuenta, algunos bien conservados, o al menos con buen aspecto, como los de Santa Marta, Calzada, Micereces, y Mozar. Otros en peor estado, como los de Olleros, Sitrama y Milles.
Quien se acerque al Cea, los verá en pueblos pertenecientes a la comarca de Benavente, San Miguel del Valle y Fuentes de Ropel y le agradará contemplarlos y su emplazamiento.
En el río Orbigo se conservan las ruinas del molino de Maire de Castroponce. Muy cerca de él han construido una minicentral hidroeléctrica.
En el Esla, el más caudaloso de todos, merece la pena ver la aceña de Bretó de la Ribera, restaurada en el exterior, pero desfigurado el edificio por la construcción, al lado, de otra minicentral hidroeléctrica; el de Bretocino, a la otra orilla del río, está en ruinas. Conserva tan sólo algunas de sus paredes exteriores, que causan muy buena impresión.
En el Valle de Vidriales también hubo antiguamente varios, servidos por el agua del arroyo Almucera: el de Congosta, pequeño y con el edificio en buen estado, al menos en el exterior; el de Carracedo está ya en ruinas y el de Tardemezar sigue abandonado. Aguas abajo del arroyo podrán ver las paredes y algunos restos del que funcionaba en Brime de Urz, que pronto desaparecerá, si a alguien no se le ocurre algo para mantenerlo en pie, por respeto al lugar y a la tradición molinera. Sin ninguna, duda es en el río Eria, junto con el Tera, del que ya hemos hablado, en donde más molinos existieron, a pesar de secarse en la época estival. Y también en donde mejor se conservan algunos, al menos los edificios y parte de la maquinaria. En Alcubilla de Nogales existen las ruinas de uno. En Arrabalde hubo cuatro, dos de harina y dos de aceite de linaza. Se pueden ver todos, uno de ellos dejó de moler no hace muchos años y está ya cerrado y los otros totalmente abandonados. Villaferrueña contaba con tres, dos harineros y uno de aceite. En alguno hasta hace poco vivía la molinera, aunque no moliese. Los otros, también están dejados de la mano de Dios. El de Santa María de la Vega se ha convertido en una panadería, pero el molino está inactivo. Morales del Rey, con dos, conserva uno con el edificio en buen estado y el otro ya con el interior destruido y abandonado; y el de Manganeses de la Polovorosa, con buen edificio y todavía funcionando, aunque lógicamente con energía eléctrica.
Hay que citar también los molinos harineros, existentes en Benavente, uno el de Evaristo, que usaba agua del Canal del Esla y cuyo edificio se conserva todavía en la Vía del Canal y los otros dos antiguos de La Sorribas y La Ventosa, que utilizaban precisamente el agua del conocido y denominado Caño de los Molinos y que hoy son las fábricas de harinas del mismo nombre.
Tal vez la enumeración que hemos hecho no esté completa. Por supuesto que faltan los que ya han desaparecido, muchos de ellos existentes en el siglo XIX y citados por algunos autores. Además solamente hemos querido referirnos a esta comarca, a los pueblos pertenecientes al partido judicial de Benavente y que bañan los ríos citados.
He dicho que el molino fue y es una industria vinculada a la agricultura. Por eso tiene gran arraigo en la cultura del pueblo, del pueblo llano. Y éste, que es muy sabio, inventa, crea un léxico, una forma de vida y unas costumbres en torno a él, que son una muestra de la vida diaria de las gentes.
Sobre los molinos, existen abundantes dichos o refranes: Agua pasada no mueve molino. Molino que no muele, no tiene maquila, o molino que no muele, algo le duele. Y numerosas canciones y coplas, algunas referidas a amoríos y juegos amorosos de la juventud de antaño. Muchas de ellas se recuerdan con nostalgia y se cantan todavía en algunos pueblos de los Valles: La Molinera. Al lado del molino. A la luz del cigarro voy al molino. Vengo de moler morena. etc.
Refranes, canciones, y también adivinanzas y leyendas, en torno al molino o referidas a la molienda, son abundantes en la tradición literaria.
El molino es ya agua pasada, pero he querido hacerlo presente en esta página que dedico de modo especial a todos los abnegados molineros por la parte que a mí me toca por ser hijo y hermano de molineros y haber nacido en un molino, a los amantes y defensores de las tradiciones y a los amigos del Patrimonio.