BODEGAS
De la palabra grecolatina apotheca (1092), proviene nuestra palabra bodega, con el significado originario de almacén o depósito, aunque para nosotros hoy tenga otras connotaciones.
Me voy a referir aquí solamente al tipo de construcciones populares tradicionales y especiales, existentes en muchas localidades de algunas provincias de Castilla y León, entre ellas Zamora y, como no, en los Valles de Benavente. Estas construcciones fueron realizadas hace ya muchos años, algunas son centenarias y tenían como finalidad principal elaborar, almacenar y conservar el vino, aunque también otros alimentos.
La bodega solía ser el complemento de la casa rural y se daba el caso de que casi todas las familias poseían su bodega, pues estas, no sólo servían para conservar el vino, sino también, por la temperatura existente en ellas, se utilizaban para conservar otros alimentos como las legumbres, las patatas e incluso la matanza del cerdo.
Suelen encontrarse agrupadas a las afueras del pueblo, en lugares bien soleados, en terrenos elevados para facilitar su construcción y alineadas lo mismo que las casas, con calles y veredas de acceso a las mismas. Podemos decir que son como una segunda urbanización.
Las bodegas antiguas y tradicionales son construcciones subterráneas, verdaderas cuevas o galerías excavadas en tierra arcillosa, fácil de picar al principio. Después, la arcilla, una vez en contacto con el aire, se endurece, y de ahí la solidez de sus paredes. Las hay incluso excavadas en piedra en algunos lugares, lo que ha supuesto un trabajo mucho mayor. Era un albañil o persona con experiencia quien se planteaba y dirigía la obra de excavación. Con ayuda de los picadores señalaba la dirección y las dimensiones de las mismas, así como el lugar en el que habían que construirse los ventanos o zarceras. Estos se prolongaban hacia el exterior sobre el teso de la bodega y tenían una construcción de planta cuadrada, circular o de otro tipo, con paredes de adobe a dos aguas y en uno de los frontales se dejaba una pequeña ventana que diese luz. Respecto a las fachadas muchas se construían con adobes, otras con ladrillo e incluso con cantos rodados o piedras. La variedad de las zarceras y de las fachadas nos causa impacto visual siempre que desde lejos contemplamos un paisaje con bodegas. Las puertas de entrada a las bodegas suelen estar retranqueadas respecto a las fachadas, para estar protegidas de la lluvia y demás inclemencias del tiempo. La profundidad de las bodegas solía variar de acuerdo con el tipo de terreno, pero, de ordinario, eran no menos de 10 o 12 metros, con el fin de evitar las capas freáticas y estar más protegidas.
Si visitamos una bodega veremos que, tras la puerta de entrada, se accede a un pasillo, más o menos largo, con rampa o con escaleras y con techo en forma de cañón, techo que a veces se encuentra reforzado con maderas para evitar desprendimientos de tierra.
En el interior nos encontramos con el lagar, en donde se realiza la pisa de la uva y extracción del mosto, y las demás dependencias, necesarias para su fermentación y transformación en vino, en donde se colocaban las cubas, pipas o tinos u otro tipo de depósitos.
La pisa de la uva es el modo más antiguo de obtener el mosto y así se hacía desde la época romana, de lo cual tenemos muchos y bellos testimonios. Se hacía en el lagar, como hemos dicho, con los pies descalzos y muy lentamente. Tras esta pisa, y obtenido ya el primer mosto, se pasa a prensar los racimos en el castillo que se prepara en el mismo lagar, sirviéndose de la viga, el huso y la piedra o canto, que hará de contrapeso. El bodeguero, mediante una palanca, hace girar el huso para conseguir levantar dicha piedra o canto y obtener el prensado.
El mosto pasará del lagar al pilo, pequeño depósito al lado del mismo, y desde el pilo pasaba en un principio a tinajas de barro, después a las cubas de madera o pipas y ahora a tinos o conos que son depósitos de cemento.
A partir de aquí tendremos el vino, del cual no pretendemos hablar en esta ocasión.
Casi todos los pueblos de los Valles de Benavente conservan bodegas tradicionales, que destacan en el paisaje, cuando nos acercamos a dichos pueblos. Estas bodegas son testigos del pasado y nos muestran un tipo de arquitectura popular tradicional, digna de recordar y por lo tanto merecedora de atención y conservación.
Se podrían incluir las bodegas en algunas de las rutas turísticas de los Valles, pues las hay y muy abundantes y destacadas en los pueblos de Pobladura del Valle, San Román, Paladinos y Villabrázaro. También son dignas de mención, en el valle del Eria, las bodegas de Morales de Rey, Villaferrueña y Arrabalde. Aquí las construcciones realizadas durante los últimos años delante de las bodegas o en sus fachadas han disminuido o deteriorado el interés paisajístico y turístico que ofrecían. Esto mismo ha ocurrido también en otros lugares.
En el valle de Vidriales, podemos contemplar bellos panoramas con bodegas de fondo en los pueblos de Quiruelas de Vidriales, Brime de Urz, Cunquilla de Vidriales, Granucillo, Ayoo, etc. Y no podemos olvidar tampoco algunos de los pueblos del Valle del Tera, pues, al pasar por o cerca de ellos, no nos pasan inadvertidas las bodegas de Vecilla de Transmonte, Colinas, Sitrama de Tera, Santa Marta, Camarzana, etc... En general casi todos los pueblos de los Valles de Benavente disponen todavía de bodegas y ojalá que por mucho tiempo. Su destrucción supondría la desaparición de una arquitectura popular muy llamativa y muy singular.
La bodegas tradicionales han sido siempre un lugar de reunión de familias o amigos para celebrar algún acontecimiento, matanza del cerdo, final de un día de caza, la cata de los primeros vinos, llegada de forasteros, etc. Se celebraban y se celebran meriendas en las que no falta el buen vino de la cosecha, que, para el propietario o bodeguero, siempre es el mejor.
Los amigos del Patrimonio valoran y desean la conservación y mantenimiento de las bodegas y alaban y aplauden la labor realizada por algunos propietarios que, respetando la arquitectura tradicional, reconstruyen sus bodegas sin desentonar con el resto de las bodegas de su entorno y sin transformar o cambiar dicho paisaje. Haciéndolo así no llamarán la atención de los visitantes o viajeros. Pero esto ya depende de la sensibilidad de las personas, de su cultura y, en último término, de su defensa y valoración del Patrimonio o de la confianza o credibilidad de quienes les orientan en lo relativo al mismo.
Las bodegas constituyen un hito importante más, lo mismo que los palomares, las espadañas, las fuentes, los puentes, etc. en el paisaje de Castila y León y también de los Valles de Benavente. Por eso es importante que haya testimonio de ellas.
Sin duda que, las bodegas son la “Joya de la Corona”. Su conservación es una muestra de respeto y recuerdo con nuestros antepasados y ancestros que tanto trabajaron para excavarlas.
De la palabra grecolatina apotheca (1092), proviene nuestra palabra bodega, con el significado originario de almacén o depósito, aunque para nosotros hoy tenga otras connotaciones.
Me voy a referir aquí solamente al tipo de construcciones populares tradicionales y especiales, existentes en muchas localidades de algunas provincias de Castilla y León, entre ellas Zamora y, como no, en los Valles de Benavente. Estas construcciones fueron realizadas hace ya muchos años, algunas son centenarias y tenían como finalidad principal elaborar, almacenar y conservar el vino, aunque también otros alimentos.
La bodega solía ser el complemento de la casa rural y se daba el caso de que casi todas las familias poseían su bodega, pues estas, no sólo servían para conservar el vino, sino también, por la temperatura existente en ellas, se utilizaban para conservar otros alimentos como las legumbres, las patatas e incluso la matanza del cerdo.
Suelen encontrarse agrupadas a las afueras del pueblo, en lugares bien soleados, en terrenos elevados para facilitar su construcción y alineadas lo mismo que las casas, con calles y veredas de acceso a las mismas. Podemos decir que son como una segunda urbanización.
Las bodegas antiguas y tradicionales son construcciones subterráneas, verdaderas cuevas o galerías excavadas en tierra arcillosa, fácil de picar al principio. Después, la arcilla, una vez en contacto con el aire, se endurece, y de ahí la solidez de sus paredes. Las hay incluso excavadas en piedra en algunos lugares, lo que ha supuesto un trabajo mucho mayor. Era un albañil o persona con experiencia quien se planteaba y dirigía la obra de excavación. Con ayuda de los picadores señalaba la dirección y las dimensiones de las mismas, así como el lugar en el que habían que construirse los ventanos o zarceras. Estos se prolongaban hacia el exterior sobre el teso de la bodega y tenían una construcción de planta cuadrada, circular o de otro tipo, con paredes de adobe a dos aguas y en uno de los frontales se dejaba una pequeña ventana que diese luz. Respecto a las fachadas muchas se construían con adobes, otras con ladrillo e incluso con cantos rodados o piedras. La variedad de las zarceras y de las fachadas nos causa impacto visual siempre que desde lejos contemplamos un paisaje con bodegas. Las puertas de entrada a las bodegas suelen estar retranqueadas respecto a las fachadas, para estar protegidas de la lluvia y demás inclemencias del tiempo. La profundidad de las bodegas solía variar de acuerdo con el tipo de terreno, pero, de ordinario, eran no menos de 10 o 12 metros, con el fin de evitar las capas freáticas y estar más protegidas.
Si visitamos una bodega veremos que, tras la puerta de entrada, se accede a un pasillo, más o menos largo, con rampa o con escaleras y con techo en forma de cañón, techo que a veces se encuentra reforzado con maderas para evitar desprendimientos de tierra.
En el interior nos encontramos con el lagar, en donde se realiza la pisa de la uva y extracción del mosto, y las demás dependencias, necesarias para su fermentación y transformación en vino, en donde se colocaban las cubas, pipas o tinos u otro tipo de depósitos.
La pisa de la uva es el modo más antiguo de obtener el mosto y así se hacía desde la época romana, de lo cual tenemos muchos y bellos testimonios. Se hacía en el lagar, como hemos dicho, con los pies descalzos y muy lentamente. Tras esta pisa, y obtenido ya el primer mosto, se pasa a prensar los racimos en el castillo que se prepara en el mismo lagar, sirviéndose de la viga, el huso y la piedra o canto, que hará de contrapeso. El bodeguero, mediante una palanca, hace girar el huso para conseguir levantar dicha piedra o canto y obtener el prensado.
El mosto pasará del lagar al pilo, pequeño depósito al lado del mismo, y desde el pilo pasaba en un principio a tinajas de barro, después a las cubas de madera o pipas y ahora a tinos o conos que son depósitos de cemento.
A partir de aquí tendremos el vino, del cual no pretendemos hablar en esta ocasión.
Casi todos los pueblos de los Valles de Benavente conservan bodegas tradicionales, que destacan en el paisaje, cuando nos acercamos a dichos pueblos. Estas bodegas son testigos del pasado y nos muestran un tipo de arquitectura popular tradicional, digna de recordar y por lo tanto merecedora de atención y conservación.
Se podrían incluir las bodegas en algunas de las rutas turísticas de los Valles, pues las hay y muy abundantes y destacadas en los pueblos de Pobladura del Valle, San Román, Paladinos y Villabrázaro. También son dignas de mención, en el valle del Eria, las bodegas de Morales de Rey, Villaferrueña y Arrabalde. Aquí las construcciones realizadas durante los últimos años delante de las bodegas o en sus fachadas han disminuido o deteriorado el interés paisajístico y turístico que ofrecían. Esto mismo ha ocurrido también en otros lugares.
En el valle de Vidriales, podemos contemplar bellos panoramas con bodegas de fondo en los pueblos de Quiruelas de Vidriales, Brime de Urz, Cunquilla de Vidriales, Granucillo, Ayoo, etc. Y no podemos olvidar tampoco algunos de los pueblos del Valle del Tera, pues, al pasar por o cerca de ellos, no nos pasan inadvertidas las bodegas de Vecilla de Transmonte, Colinas, Sitrama de Tera, Santa Marta, Camarzana, etc... En general casi todos los pueblos de los Valles de Benavente disponen todavía de bodegas y ojalá que por mucho tiempo. Su destrucción supondría la desaparición de una arquitectura popular muy llamativa y muy singular.
La bodegas tradicionales han sido siempre un lugar de reunión de familias o amigos para celebrar algún acontecimiento, matanza del cerdo, final de un día de caza, la cata de los primeros vinos, llegada de forasteros, etc. Se celebraban y se celebran meriendas en las que no falta el buen vino de la cosecha, que, para el propietario o bodeguero, siempre es el mejor.
Los amigos del Patrimonio valoran y desean la conservación y mantenimiento de las bodegas y alaban y aplauden la labor realizada por algunos propietarios que, respetando la arquitectura tradicional, reconstruyen sus bodegas sin desentonar con el resto de las bodegas de su entorno y sin transformar o cambiar dicho paisaje. Haciéndolo así no llamarán la atención de los visitantes o viajeros. Pero esto ya depende de la sensibilidad de las personas, de su cultura y, en último término, de su defensa y valoración del Patrimonio o de la confianza o credibilidad de quienes les orientan en lo relativo al mismo.
Las bodegas constituyen un hito importante más, lo mismo que los palomares, las espadañas, las fuentes, los puentes, etc. en el paisaje de Castila y León y también de los Valles de Benavente. Por eso es importante que haya testimonio de ellas.
Sin duda que, las bodegas son la “Joya de la Corona”. Su conservación es una muestra de respeto y recuerdo con nuestros antepasados y ancestros que tanto trabajaron para excavarlas.